Mi primer contacto con las pequeñas islas y la problemática de los refugiados ambientales fue en 2008, durante la celebración del Congreso Mundial de la Naturaleza, específicamente con Tuvalú. Ya para ese momento la preocupación por la desaparición de los pequeños Estados comenzaba a ser un tema de trascendencia internacional.

Desde que inició el milenio Tuvalú, junto con otras islas del Pacífico, Kiribati, Fiji, las islas Marshall, han pugnado por ganar titulares en los medios de comunicación, por posicionar su problemática. Por ser escuchados. Sin embargo, 18 años después, las cosas siguen mal y apuntan a ir aún más mal.

Tuvalú es el 4o país más pequeño del mundo, 10 veces más pequeño que la ciudad de París, un archipiélago integrado por 9 islas. Debido al riesgo en el incremento en el nivel del mar causado por el cambio climático, sus habitantes enfrentan el peligro de perder su propio país que en algunos años quedará bajo el agua.

Hace algunos meses escribía en este mismo espacio sobre los migrantes del clima y el “limbo” legal en el que sus habitantes se encontrarán cuando sus países literalmente desaparezcan. Vanuatú con un minúsculo .0016% de las emisiones globales sin embargo, son quienes están recibiendo los peores efectos del cambio climático.

La COP24, celebrada en Polonia terminó con pocas esperanzas de avance. Los cambios políticos en el mundo, el populismo y la llegada de jefes de Estado que niegan la responsabilidad de las actividades humanas en el cambio del clima está generando que los grandes avances que se habían venido realizando en el mundo en los últimos años, estén ahora amenazados.

Desde Trump hasta Bolsonaro, hay una gran responsabilidad de los políticos y partidos en el mundo que se niegan a afrontar estos problemas. Como bien señaló Giovanni Sartori alguna vez, ellos sólo “quieren dinero para sus campañas y no entrar en temas centrales ni de fondo como el daño ambiental y la sobrepoblación”. Es más fácil hacer promesas para atender los problemas más acuciantes de la población y dejar de lado aquellos que afectarán a las generaciones futuras.

Hoy México tiene una Secretaría de Medio Ambiente disminuida (en presupuesto y capacidad) y parece que las decisiones ambientales se tomarán por una agencia de gobierno sólo interesada en lo económico: FONATUR, cuya cabeza ha incluso declarado que lo económico es más importante que la conservación. Hoy en México, pedimos “permiso a la Madre Tierra” en un ritual pero no evaluamos el daño ambiental y social de manera seria, dejamos de lado a los activistas indígenas que han protegido su selva por años (y muchos han sido asesinados por ello). Hoy muchos son felices porque “el gobierno escucha” aunque sólo aparenta escuchar.

“No somos lo suficientemente maduros” para decir las cosas como son dijo Greta Thunberg, una activista ambiental de 15 años en la COP24. Cuando inicié en el movimiento ambiental tenía su edad y ya entonces pensaba que justamente los adultos nos dejaban la responsabilidad. Hoy, mi generación es la adulta, y no hemos sido capaces tampoco de resolver los problemas, de poner la atención suficiente para que las cosas cambien.

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