Tal y como fue diseñado y planeado por el propio Presidente, el evento masivo del 1 de julio próximo, donde celebrará el quinto aniversario de su triunfo electoral, parece tener como objetivo la glorificación y el endiosamiento de Andrés Manuel López Obrador. Porque justo cuando se cumple la primera semana de las campañas proselitistas de las corcholatas morenistas que aspiran a sucederlo y a unas semanas de que comience su último año de gobierno, asociado históricamente al ocaso del poder presidencial, el mandatario convoca a un mitin multitudinario que no tiene otro objetivo más que aclamarlo a él, como el iniciador de una supuesta “transformación” nacional.

Por eso los reflectores y los aplausos dentro de una semana, sólo podrán ser para él, y no para las corcholatas presidenciales a las que el Presidente invitó, pero les prohibió expresa y terminantemente llevar porras o inducir aplausos y aclamaciones para cualquiera de ellos. Todos estarán abajo, Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López, Ricardo Monreal y hasta los agregados Manuel Velasco y Gerardo Fernández, pero ninguno podrá tratar de llamar la atención o jalar el foco del evento, porque ese está reservado para el organizador, anfitrión, orador y figura principal del acto masivo: López Obrador.

También para eso convocó a todos los gobernadores de Morena para que le ayuden a abarrotar el Zócalo, mandando contingentes desde los 22 estados de la República que gobiernan para asegurar un lleno histórico y un acto de masas en la Plaza que es símbolo del poderío político y la capacidad de movilización para cualquier movimiento, ya sea político, ciudadano o social que quiere mostrar músculo y medir el tamaño de su fuerza e impacto ante los mexicanos.

Porque el evento del 1 de julio fue pensado para simbolizar el punto más alto de su administración, una especie de clímax de su sexenio, con el cuál López Obrador quiere ratificar que él es el Jefe Máximo, el que está por encima de todos y todas, incluidas las corcholatas, y que por más que uno o una de ellas se convertirá en un par de meses en el candidato presidencial para su sucesión, él pretende seguir siendo un Presidente fuerte, aclamado y respetado hasta el final de su mandato.

Y claro, mientras se imagina una vez más arriba de un templete, con el viento en la cara y el rayo de sol iluminándole, ante una plancha de concreto atiborrada de “pueblo bueno” venido de todos los rincones de la Patria para ensalzarlo a él y celebrar, como si fuera una efeméride oficial e histórica, un aniversario más del día en que ganó las elecciones presidenciales, a López Obrador no le importa nada más ni se da cuenta de todo lo malo que está ocurriendo a su alrededor y en torno a su gobierno: cientos de miles de mexicanos desaparecidos, políticos y empresarios secuestrados y asesinados, masacres, balaceras y ejecuciones del narcotráfico que le cobra “impuestos” a todos los mexicanos, comerciantes, vendedores, empresarios, productores agrícolas y ahora también hasta a las prostitutas.

En el día de la “glorificación” del Presidente no habrá hospitales sin medicinas, niños con cáncer sin tratamiento; tampoco habrá mujeres violentadas o asesinadas, asaltos en las carreteras, carestía en los alimentos, tala criminal e ilegal en los bosques, destrucción de las selvas y mucho menos corrupción en las dependencias de gobierno ni tráfico de influencias entre sus hijos y sus colaboradores. Todo eso desaparecerá como por arte de magia en ese sábado que sin ser de gloria, lo será para el gobernante que lo está planeando, detallada y milimétricamente como un día clave en su presidencia, casi como su ascenso de un líder social y de masas a un líder histórico para la República.

Eso sí, que nadie espere sorpresas o novedades en el discurso único y central que dará el máximo líder porque será una repetición del mismo mantra de “felicidad, bienestar y transformación” que ha repetido en cada uno de sus más de 10 informes de gobierno y a la Nación; una versión alargada y barroca de sus soliloquios y reflexiones de cada mañanera, incluidos los ataques, las fustigaciones y los dardos envenenados que lanza todos los días contra su lista de adversarios cada vez más larga y que sigue creciendo conforme avanza su sexenio: los conservadores, los empresarios voraces, los organismos civiles, los “pseudoambientalistas”, los científicos neoliberales, los clasemedieros aspiracionistas, los medios de comunicación y la prensa crítica, los jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial, los de la oposición, los delincuentes “de cuello blanco”, las mujeres feministas, los padres de los niños con cáncer, las madres buscadoras, los productores agrícolas de Sinaloa, los transportistas que denuncian la inseguridad carretera y una larga lista de sectores y mexicanos a los que el Presidente identifica como los “enemigos de la transformación”.

Y así, mientras el clamor popular le lanza gritos, alabanzas, testimonios de fe y muchos, muchos aplausos, él, el hombre que se ha declarado “heredero de las luchas de la izquierda”, “iniciador de la cuarta transformación nacional (la que siguió a la Independencia, la Reforma y la Revolución)”, que se ha llegado a comparar con Jesucristo por ser perseguido por los poderosos y adorado por el pueblo, el mismo que ha dicho que es mejor ser pobres porque los pobres “son como mascotas a las que hay que alimentar”, y que quiere ser el Padre de un nuevo régimen político que domine y controle por décadas al sistema político mexicano, sentirá que deja de ser un hombre para alcanzar la glorificación que le dé un lugar en la historia nacional.

Lo que no todavía no puede saber él, ni tampoco nosotros, es en qué lado de la historia quedará su nombre y su gobierno; si en el lado bueno o en el de los peores presidentes.

NOTAS INDISCRETAS…

Y mientras a las corcholatas presidenciales las trae cortitas y vigiladas, para que no le intenten ganar los reflectores ni robar los aplausos, esta semana López Obrador mandó llamar a Palacio Nacional a la alcaldesa de Iztapalapa, Clara Brugada, y a la secretaria del Bienestar de su gabinete, Ariadna Montiel, para hablar con las dos sobre sus aspiraciones a ser Jefas de Gobierno de la Ciudad de México. A las dos les pidió prepararse para un proceso interno que, también a través de encuestas, comenzará en cuanto termine el de los presidenciables. Y aunque está claro que Clara y Ariadna no son las únicas aspirantes a la CDMX y que hay varios nombres más interesados dentro de Morena, lo que nos dicen es que para Palacio Nacional el nombre de una de las dos convocadas por el Presidente, sería la que ocupe la candidatura de Morena…Por cierto que ayer en Tuxtla Gutiérrez, donde anduvo de gira y desde donde dio su mañanera, llamó la atención el orden de los acompañantes del Presidente, a su lado estaba el gobernador Rutilio Escandón, al lado de él la secretaria de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, y después de ella la secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde. Nomás para checar el dato, porque está claro que hasta esas ubicaciones las decide ya saben quién…Y para cerrar esta columna, los dejo con una frase que dijo el Presidente el jueves pasado en su conferencia y que claramente parece un mensaje para las corcholatas que andan en campaña anticipada: “Ahora que están de moda los publicistas, que no hay que hacerles caso porque esos pueden llevar a dirigentes al fracaso, esos que recomiendan: “ríete”, “abraza, besa a los niños”, “monta bicicleta”, “quítate la camisa para ver que estás fortachón”, “muévele la panza, le muevo la barriga”, Nooooo, eso afortunadamente no existe, pero de todos modos no vaya a ser que quiera meter infiltrados Claudio ¿no?”. ¿No será que el Presidente en vez de decir Claudio, quiso decir Claudia, porque lo que dice parece describir particularmente a una de las corcholatas y tiene tono de regaño para los que se han rodeado de asesores y publicistas extranjeros… Los dados cierran semana con Doble Escalera. Buen fin de semana para los amables lectores.

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