Para Héctor Bonilla: maestro del amor y el humor.

Sí. No me cabe la menor duda de que Andrés Manuel López Obrador se ha convertido en una especie de Dios en la tierra, aunque no sea Presidente de México.

A ver: nadie puede negar que su carisma, su liderazgo social y el fanatismo de sus seguidores atrajeron a cientos de miles —un millón 200 mil, según su cifra oficial— el pasado domingo para venir a ejercer con él sus diez mandamientos de obediencia ciega; pero también hay un montón de evidencias de una gigantesca manipulación de masas que acudieron por una limosna oficial, pagada con nuestros impuestos, o por la amenaza de perder sus empleos, sus aguinaldos o los abonos de control que el gobierno de la 4T les regala mensualmente, también saqueando las arcas públicas, como si éstas les hubieran sido endosadas junto con el poder político; el acarreo —ahora llamado “apoyo”— con mil o dos mil camiones es lo de menos, lo doloroso y hasta cruel son los engaños y las amenazas a otros tantos cientos de miles que vivieron la tortura múltiple del domingo; todos, menos uno; el propio Andrés Manuel que, aun con sus achaques que él mismo reconoce, podría realizar un acto como este cada semana, a pesar de las seis horas de recorrido desde el Ángel hasta la concentración en el Zócalo.

Una megalomanía que lo ha llevado a inventar una nueva doctrina filosófico-política para redefinirse luego de equiparar su 4T con la Independencia, la Reforma y la Revolución: ahora se trata de “El humanismo mexicano”; como si su egocentrismo lo llevara a crear una nueva y original forma de convivencia, que además sea absolutamente distinta y nos aparte todavía más del resto del mundo.

Aquí las preguntas son múltiples: ¿puede un gobierno como el de AMLO autoproclamarse humanista cuando cerró nueve mil estancias infantiles? ¿Cuando retiró los apoyos a refugios para mujeres violentadas? ¿Si provocó miles de muertes en la pandemia por negarse al uso del cubrebocas? ¿Cuando ha matado a tres mil niños por no darles medicinas contra el cáncer? ¿Cuando se opuso a otorgarles créditos a micros y pequeñas empresas generando millones de desempleados? Qué explicación tiene para el hecho incontrovertible de que —según la estadística oficial y no sus otros datos— haya cuatro millones de nuevos pobres durante su gobierno y al menos dos millones de mexicanos más relegados a la pobreza extrema; en otras palabras, que padecen hambre todos los días.

Por ello, hoy dos desgracias oscurecen el horizonte de la nación:

-Primero, que al actual gobierno no le interesan los grandes desafíos de México; solo hacer política y ganar elecciones. Porque quiere perpetuarse más allá de 2024 a través de algún títere o marioneta y, por supuesto, con el apoyo incondicional de las maiceadas fuerzas armadas. Todo, a pesar de los magros resultados y de la corrupción que ya es hedionda en toda su decadente estructura y aun en su círculo familiar y de cómplices de gabinete.

-Segundo, es que no tenemos un presidente de México, o de todos los mexicanos. Sino un autoritario del poder que solo gobierna para sus seguidores y ejerce como adversario de todos los demás. Y que por eso enfureció con la marcha ciudadana del 13 de noviembre y se organizó su propia marcha.

Vaya paradoja: cada vez más gente y cada vez más solo. Como se fue quedando en el Zócalo.

Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

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