Cuando redactaba anoche esta columna, las encuestas y los primeros conteos aún no decían si la tendencia del voto en Estados Unidos favorecía a Trump o a Biden, o si sus proyecciones eran tan cerradas que resultaba imposible pronunciarse por un ganador. Tampoco habían proclamado victoria o reconocido derrota ni el presidente republicano ni el candidato demócrata. Dominaba en el ambiente una sensación de incertidumbre que no se remontará hasta que haya un conteo oficial de los votos electorales por estado, lo que tomará más tiempo del acostumbrado por una copiosa votación anticipada, en su mayoría, vía correo electrónico y por una participación total que, según The New York Times, se perfilaba en 67%, la más alta en un siglo.
Es muy probable que cuando usted lea esta entrega ya se tenga, en el mejor de los casos, una noción de quién fue el ganador de estas inquietantes elecciones estadounidenses. Pero en el peor, que persista la duda porque los dos candidatos se hayan proclamado triunfadores, sin aceptar la derrota, con el argumento, sin precedente en ese país, de fraude electoral.
Trump, en cualquiera escenario, seguirá siendo presidente hasta el próximo 27 de enero. De aquí hasta entonces se vislumbran amenazas de conflicto que, para los más optimistas, serán dirimidas por vías institucionales, pero que, para los pesimistas, ponen a Estados Unidos al borde de la segunda guerra civil de su historia.
Lo más cerca que habían estado de una, tras el conflicto armado entre el Norte y el Sur de 1861 a 1865, fue en la década de los sesenta del siglo pasado con la gran rebelión negra por los derechos civiles y las generalizadas protestas contra la guerra de Vietnam.
Los ánimos hoy están más confrontados que entonces y que nunca. Con la llegada de Trump a la Casa Blanca hace cuatro años, se inauguró un gobierno que se planteó hacer grande otra vez a Estados Unidos, mediante políticas nacionalistas, proteccionistas, antinmigrantes y abiertamente proclives a la supremacía racial blanca. Hechos recientes de abusos policiacos contra negros dieron lugar a grandes y violentas protestas antirracistas en grandes ciudades del vecino del norte, frente a las que Trump no ha dudado en desplegar a la Guardia Nacional, amenazado con echar mano del Ejército y alentado a grupos armados supremacistas. Todo esto en medio de la debacle económica y social provocada por la pandemia de Covid-19, cuya gestión ha sido severamente cuestionada adentro y afuera de Estados Unidos.
En suma, un gobierno populista de derecha (por otorgarle una caracterización) que ha atizado la confrontación creciente, larvada durante cuatro décadas de cambios demográficos, desregulación, desigualdad y polarización, todo contra lo cual el candidato Biden se presenta como la solución.
Cabe preguntar ¿con quién está el poderoso status quo norteamericano, el establishment, la oligarquía? No con Trump si se acepta que nunca formó parte de ella, que vino de afuera, que es un outsider, como dicen los gringos. Que no hablara como todos los políticos fue factor importante para llevarlo a la victoria hace cuatro años, con el apoyo del estadounidense medio, básicamente conservador, religioso, aferrado creyente del cada vez más desdibujado sueño americano y de la libertad, orgulloso de ser parte del país de los libres, como dice su himno nacional.
Biden es un político tradicional, parte del establishment, cercano a la oligarquía industrial y financiera que vislumbra devastadora crisis económica post pandemia y cuyas soluciones económicas y políticas, cercanas a las impuestas durante los últimos años por las grandes corporaciones financieras internacionales, chocan frontalmente contra el populismo trumpiano. Con él están quienes ven en el actual estado de cosas un grave peligro para su democracia.
Esas dos fuerzas ya no se escuchan una a otra, ni parecen dispuestas a aceptar una derrota. Ese ambiente de confrontación atiza el miedo. Acaso eso explique las ominosas imágenes, en vísperas de la elección, de gente tapiando negocios y edificios ante el temor de disturbios y milicias armadas supremacistas amagando a manifestantes antirracistas o a partidarios de Biden.
No son pocos los analistas que ven en todo esto el declive de Estados Unidos, la pérdida de su alma, una crisis de civilización que, para empezar a remontarla, lo obliga a decidir si quiere seguir siendo un imperio, aunque en franca decadencia o resurgir como una nación fortalecida.
Instantáneas:
1. VOTACIÓN DIVIDIDA. El magistrado José Luis Vargas fue electo ayer por cuatro votos contra tres como nuevo presidente de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Sustituirá al magistrado Felipe Fuentes Barrera, quien no consiguió la reelección. Fue el magistrado Vargas quien elaboró el proyecto de sentencia, finalmente aprobado por el pleno, que negó el registro de partido a México Libre, de Felipe Calderón y Margarita Zavala. El debate para su elección fue muy intenso y estuvo cruzado por fuertes cabildeos que, aseguran, provinieron de la Corte y del Senado.Tocará al nuevo presidente del TEPJF conducir a la máxima autoridad en la materia en los procesos electorales de 2021 y 2024.
2. ¿PURGA? Gerardo Ferrando Bravo renunció a la dirección general del Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México (GACM) y el secretario de Comunicaciones y Transportes, Jorge Arganis Díaz Leal se la aceptó. Ferrando Bravo llegó al cargo de la mano del extitular de la SCT, Javier Jiménez Espriú, su amigo y mentor de toda la vida, quien renunció al cargo el 17 de julio de 2020, por su discrepancia con la decisión de AMLO de entregar el control de las aduanas terrestre y marítimas al Ejército y la Marina. Una investigación sobre la sospechosa venta de 49 mil toneladas de acero del cancelado Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México alcanzó a Ferrando Bravo. Y por eso.
3. CAMBIOS. El que ya opera cambios al interior de la Cofepris es el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell. América Azucena Orellana Sotelo fue nombrada nueva titular de la Comisión de Autorización Sanitaria y Olga Elena Piña Gutiérrez de la Comisión de Operación Sanitaria.
4. TIENDITAS. En medio de la pandemia, las más de 650 mil tienditas de la esquina que operan en todo el país le están comiendo el mandado a las grandes cadenas comerciales y a las tiendas de conveniencia. Vea usted estos datos. Según la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD), las grandes cadenas comerciales y las tiendas de conveniencia reportaron caídas en sus ventas de 22.9% en abril, 3% en agosto y 0.3% en septiembre. Mientras que la Asociación Nacional de Abarroteros Mayoristas (ANAM) que tiene alrededor de 150 socios que surten a las 650 mil tienditas del país, reportó un aumento en sus ventas de septiembre de 10.25%.
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