Pueblo en vilo de don Luis González y González es la historia de San José de Gracia, aldea natal del autor en Michoacán. “El área histórica seleccionada no es influyente ni trascendente, pero sí típica. Vale como botón de muestra de lo que son y han sido muchas comunidades minúsculas” dice el libro. Cuando las elites citadinas vivían inquietas por las elecciones o la Segunda Guerra Mundial, en San José de Gracia inspiraban temor el alza del precio del queso y los primeros automóviles atropellando rancheros.

A los políticos urbanos no les gusta reconocer la existencia del México rezagado. Por eso ganó la Presidencia Morena y la oposición no tendrá oportunidad mientras no cobre conciencia de ese país. Refiriéndose a Michoacán, los analistas profesionales señalan una súper potencia exportadora de aguacate y omiten que varias comunidades están controladas por el narcotráfico. Gracias a la globalización, Michoacán se convirtió en el primer lugar de producción agrícola en México, pero es también una entidad expulsora de migrantes. Tiene cuatro millones y medio de habitantes y otros cuatro millones de michoacanos en Estados Unidos. La mitad de la población del estado forzada a salir del país por falta de oportunidades. Si eso no exhibe las insuficiencias del modelo económico, no sé qué lo haga.

Las fuerzas políticas locales son correspondientemente tradicionalistas. Una derecha cerril suspirando por el imperio de Agustín de Iturbide. Una izquierda corporativista, anterior a la caída del muro de Berlín, nostálgica de las nacionalizaciones cardenistas. Uno de los estados más hermosos de México regido por un puñado de familias, vale decir, cacicazgos. En medio, el inmenso poder de la CNTE, belicosa fracción disidente del sindicato de maestros, capaz de paralizar áreas completas de la economía y nutrida por los sobornos de sucesivos gobiernos intimidados. El PRI, supuesto representante del centro político, desacreditado por numerosos escándalos de su última gestión en el estado. El desprestigio de los partidos convencionales apunta a la victoria de Morena.

El gobernador Silvano Aureoles ha hecho lo posible por sanear unas finanzas públicas que le heredaron en quiebra, enfrenta el desmoronamiento nacional de su partido (el PRD) y la traición de varios colaboradores. El líder nacional panista Marko Cortés es michoacano, pero no ha conseguido reconciliar a las facciones locales del partido y sufrirá divisiones adicionales con la embestida del nuevo partido calderonista, en la entidad de origen de la familia Calderón. La oposición no tiene posibilidad de ganar a no ser que consolide una alianza. Si Marko Cortés y Aureoles logran pactar la candidatura de Alfonso Martínez, exalcalde moreliano por la vía independiente, serían competitivos.

El único problema de Morena es el exceso de precandidatos. La senadora Blanca Piña, el alcalde de Morelia Raúl Morón, el senador Germán Martínez y el más probable, el senador Cristóbal Arias. Secretario de Gobierno en la gubernatura de Cuauhtémoc Cárdenas, Arias ha recorrido todo el estado y tiene una larga trayectoria política. No obstante, la esperanza de progreso está en el recambio generacional. Jóvenes talentosos como Jorge Galván buscan una diputación para representar su región. En un medio acostumbrado a presumir padrinos a falta de merecimientos propios, Galván no alardea su cercanía con Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía. Galván recorre con sentido del humor su distrito, trabajó en la administración estatal y federal, está bien relacionado con los comerciantes locales y sus paisanos residentes en Estados Unidos. Azotados por la pandemia, crisis económica, temblores e inseguridad pública, más vale escoger bien a la nueva generación de representantes. Ojalá estén a la altura de las apremiantes necesidades de México

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