El 6 de agosto se cumplieron 75 años de la detonación de la bomba nuclear en Hiroshima. Varios citaron el ejemplar reportaje de John Hersey en el New Yorker, pero pocos evaluaron las implicaciones de un ataque nuclear en la actualidad. El semanario alemán Der Spiegel presentó un amplio editorial del tema y una entrevista con Izumi Nakamitsu, Secretaria General Adjunta de Asuntos para el Desarme de la Organización de las Naciones Unidas.

Resumo una parte de las notas del Der Spiegel. Creemos que 90% del arsenal nuclear en el planeta está en manos de Estados Unidos y Rusia, más no tenemos información completamente verificable sobre Israel, China, Corea del Norte o incluso Irán. Por razones de seguridad nacional, Israel no niega ni reconoce la posesión de armas nucleares y China informa un determinado número de dispositivos, pero puede ser que oculte otros. Por su parte, Corea del Norte e Irán son reacios a la revisión de sus arsenales por parte de inspectores internacionales. Estos dos países consideran las armas nucleares una salvaguarda frente a intentos extranjeros por deponer sus gobiernos. India y Pakistán tienen menos dispositivos bélicos nucleares que Estados Unidos, Rusia o China, pero basta con 2 o 3 de esos aparatos para iniciar una guerra nuclear y destruir el planeta. Ya no tenemos que preocuparnos únicamente por bombas como la de Hiroshima, sino por misiles de amplio alcance, submarinos y un larguísimo etcétera. De acuerdo con Nakamitsu en la entrevista, hay otro problema aún más grave. Anteriormente estas armas estaban bajo control exclusivo de gobiernos, pero en la actualidad no puede ni debe descartarse que un grupo terrorista o unos hackers se roben algún dispositivo pequeño e inicien una conflagración de consecuencias imprevisibles. Además, entre más pequeñas y portátiles son estas armas, es posible que su detonación corra por cuenta de un mayor número de oficiales de rango inferior y no por jefes de gobierno o ministerios de defensa. Hasta aquí lo publicado por Der Spiegel.

Existen instrumentos jurídicos internacionales de contención nuclear. En el pasado, los famosos acuerdos SALT (Strategic Arms Limitation Talks) entre Estados Unidos y la Unión Soviética, el Tratado de no Proliferación Nuclear de la ONU o más cerca de nosotros la Ley Nunn-Lugar de Cooperación para la Reducción de arsenales biológicos, químicos y nucleares en los países de la vieja órbita soviética. Todas estas herramientas legales atenúan el riesgo para el mundo al disminuir la disponibilidad de armas, pero en años recientes el número de firmantes de los tratados ha bajado en lugar de aumentar. Finalmente, bastaría con la detonación de un solo explosivo nuclear para iniciar el proceso de destrucción de la civilización como la conocemos. No es una exageración. A tal punto es así, que varios ex secretarios de defensa de Estados Unidos como William Perry, Leon Panetta y Ash Carter han dedicado su carrera al salir del poder a esfuerzos de desarme. Es muy revelador que quienes tuvieron bajo su mando la mayor potencia nuclear del mundo sean los más preocupados por el uso de estas armas. Todas sus publicaciones, entrevistas e intervenciones son advertencias a la opinión pública internacional contra los peligros del arsenal nuclear.

Bertrand Russell consagró su vida a una campaña contra las armas nucleares. En 1964 publicó Una nueva propuesta de paz y decía “trabajamos por una buena causa: la preservación del Hombre. Para semejante tarea, se diría que uno puede contar con el apoyo de todos los seres humanos. Esto ¡ay!, aún no es así, pero esperamos que con el tiempo se vuelva realidad.”

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