La semana pasada, el Financial Times publicó un texto notable que relata los esfuerzos de distintos niveles del gobierno chino por encubrir la información del brote de coronavirus. Posteriormente, hostigaron a quienes alertaron sobre el problema y atenuaron la gravedad de los hechos con el fin de aparentar que todo está bajo control. La prensa internacional se ha concentrado en el escandaloso ejemplo del doctor Li Wenliang , quien advirtió en un chat de médicos sobre el brote de coronavirus. Cuatro días después, funcionarios de la Oficina de Seguridad Pública obligaron al doctor a firmar una carta donde se retractaba de sus advertencias sobre la enfermedad, so pena de ser llevado ante la justicia. Al final, el doctor se contagió del coronavirus y murió.

Las autoridades locales de Wuhan quisieron ocultar los hechos para contener las nocivas consecuencias económicas sobre la región y evitar el impacto en la popularidad del gobierno. No obstante, la demora en sonar las alarmas fue una responsabilidad compartida entre las autoridades locales y las nacionales. Los medios de comunicación, controlados por el estado, fueron cómplices del encubrimiento. ¿Qué hubiera pasado si el gobierno local y el nacional hubieran sido de distinto partido político? En lugar de complicidad en el encubrimiento informativo, hubiéramos visto una guerra de declaraciones para culparse mutuamente de los hechos. Eso no hubiera resuelto el problema, pero habría contribuido a transparentar la información y alertar a la población sobre el peligro.

Muchos comentaristas hablan de la admiración que les despierta la velocidad administrativa del modelo chino. La pandemia del coronavirus echa por tierra los mitos alrededor del esquema de partido único. Amartya Sen , premio Nobel de Economía, ya establecía una distinción fundamental entre India y China. Es verdad que el sistema chino registra tasas de crecimiento económico superiores a las de India. En contraparte, en el sistema democrático de India, a diferencia del totalitarismo chino, no se producen hambrunas. Ahí donde las poblaciones tienen una opción partidista de oposición para manifestar su descontento con las políticas gubernamentales, es mucho más difícil que se produzcan y encubran catástrofes como una hambruna o una epidemia. Valoremos la diversidad de opciones políticas de una democracia no solo por su capacidad de representar mejor a varios segmentos, sino por el choque de intereses que previene numerosos males.

El fin de semana, el número de muertos por el coronavirus en China ascendía a 908 y el de infectados a 40,171. Esto de acuerdo con datos oficiales, pues existe la sospecha internacional de que, a falta de verificación independiente, las cifras podrían estar maquilladas. Vale decir, “los otros datos”, que en ausencia de una oposición crítica, nadie puede contrastar. Hay quienes dicen que el coronavirus será el Chernobyl chino. Se equivocan, el totalitarismo chino sobrevivirá. No obstante, el coronavirus sí es una llamada de atención para quienes simpatizan con el modelo de partido único, pues evidencia sus múltiples debilidades y su incapacidad para proteger a su propia población. Prestemos atención.

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