Rafaela Diegoli y Jorge Ordóñez

Las presas o represas se han usado desde tiempos de la Roma antigua como elementos de contención y encauzamiento para aprovechar de mejor manera un elemento natural de gran relevancia para la humanidad, como lo es el agua. El agua fluye y sigue su curso, y a pesar de que es la sustancia más abundante en nuestro planeta, representa un serio problema para la humanidad. Su administración, contención, encauzamiento, y distribución son elementos clave para aprovecharla al máximo.

Así mismo, el liderazgo es uno de los conceptos más líquidos que podemos encontrar dentro de las ciencias administrativas contemporáneas. Se comporta como el agua, fluye y se escapa por las manos. Así como puede ser de gran beneficio si se administra bien, puede ocasionar grandes desastres. Siguiendo con esta analogía, los buenos líderes tienen un rol fundamental en cómo fluye la comunicación, la energía y la emocionalidad en sus equipos.

Los líderes demasiado controladores pueden fácilmente transformarse en un cuello de botella, una “compuerta cerrada” por donde todo tiene que pasar. En estos espacios, los colaboradores se sienten asfixiados y cuando al cerebro le falta oxígeno, no puede pensar, solo tratar de sobrevivir. El equilibrio en este contexto implica intervenir únicamente en aquellas etapas del proceso donde el líder agrega valor, y dejar fluir todo lo demás. En organizaciones con procesos y roles bien definidos, la operación necesita poca intervención del líder, y esto genera motivación y empoderamiento del equipo.

En la vida, todo tiende al equilibrio, sin embargo, estamos obsesionados con romperlo. Queremos vender más que el periodo pasado, queremos crecer en participación de mercado, queremos generar los mayores beneficios posibles y mucho de lo que diseñamos y hacemos es para acelerar el ritmo de las cosas, lo que, sin duda, tiende a romper el balance natural de las cosas. El líder que comunica que todo es importante y urgente, que no filtra las peticiones al equipo también tiene un impacto problemático. Especialmente en tiempos de crisis, es un reto para los colaboradores clasificar en la medida correcta la importancia y urgencia de las múltiples peticiones. Los líderes suelen tener mejor información y experiencia para leer el contexto, y apoyar a sus equipos en la priorización de las actividades. Cuando todo es urgente e importante, nada lo es. El rol del líder es orientar al equipo en este sentido. Marcar el ritmo. Esto exige del líder, no solo análisis sino también sensibilidad, poder “sentir” la organización, el ambiente, y el equipo para definir cuándo atender a cada prioridad.

Los liderazgos organizacionales implican dirigir, empujar, motivar y hasta inspirar , y a veces este ímpetu arrasa como el agua, cuando está fuera de control, o bien, genera una sequía donde nada puede crecer. Los líderes en las organizaciones no pueden ser cuello de botella, pero tampoco una compuerta totalmente abierta, necesitan desarrollar la capacidad de entender cuándo y cuánto es necesario dejar verter. Necesitan ser la represa.

Generalmente, las posiciones de liderazgo deben tener claridad de su rol y de que deben agregar valor cuando intervienen. Ese puede ser un parámetro para definir cuándo contener, y cuándo abrir. En este sentido, es necesario fortalecer los liderazgos y los procesos a lo largo de las estructuras. Una represa con un diseño de diversas contenciones y compuertas puede permitir un mejor flujo, un mejor aprovechamiento de un elemento tan liquido como lo es el liderazgo, y tan vital como lo es el agua.

Son muchos los casos que relacionan la falta de liderazgo dentro de las organizaciones con fracasos rotundos e incluso con consecuencias que impactan a grandes colectivos. Es por ello que es de suma importancia considerar al liderazgo como un factor clave. Estamos dentro de un contexto que nos demanda cambios constantes, que pone a prueba los paradigmas y que exige reinventarnos. Esto sin duda, no es sencillo. Las organizaciones son personas. Ellas hacen que las cosas sucedan. Promovamos un liderazgo que fluye promoviendo el florecimiento de la organización.

Rafaela Diegoli, decana de la Escuela de Negocios del Tec de Monterrey.
Jorge Ordóñez, Director División Negocios profesor de la Escuela de Negocios del Tec de Monterrey

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