El video que circula en redes sociales es demoledor: una madre de familia golpea en la cara a una maestra y le jala el pelo para someterla. La obliga a arrodillarse y a pedir perdón. El papá las amenaza a ella y a la cocinera de la escuela con una pistola. La profesora grita, mientras el hijo de los agresores se ríe.

Todo ocurrió en un jardín de niños ubicado en Cuautitlán Izcalli, Estado de México. La víctima explicó, al presentar la denuncia correspondiente, que esta pareja acudió a la escuela y pidió hablar con la directora. Cuando la maestra les respondió que nadie en la dirección podía atenderlos, aventaron la puerta y empezó la violencia.

Los padres aseguraban que la profesora había golpeado a su hijo. Mostraban insistentemente una marca en la piel del menor. La docente asegura que ella nunca lo lastimó. Ni siquiera conocía bien al niño porque apenas llevaba una semana en su clase. Era una maestra sustituta y, sin embargo, recibió patadas en el estómago y un sinfín de groserías. Antes de que la pareja y el niño salieran del lugar, el hombre lanzó una amenaza más: "Vuelves a molestar a mi hijo y te voy a reventar la madre”.

La escena fue presenciada por varios menores. Ese día aprendieron a la mala que el que tiene un arma manda.

Todo fue captado en video y se volvió viral. Con la atención mediática encima, las autoridades se apresuraron a actuar. La semana pasada detuvieron a Jesús Adid “N” y a Laura “N”. Un juez les dictó prisión preventiva por el delito de extorsión. El hombre tiene más denuncias por agresiones en el Estado de México. La fiscalía de esa entidad podría fincarles delitos que los mantengan recluidos como "lesiones con ventaja” o "ataque peligroso”.

Este caso es reflejo de una violencia que escala y llega a todas partes. La impunidad permite que el prepotente grite, pegue y amenace. La única justicia posible parece ser la que brinda la notoriedad pública y masiva. Si la imagen no fuera viral, los agresores seguramente estarían libres. Pero la seguridad no puede generarse a tuitazos.

Por otro lado, la atención que este caso ha captado pronto se va a diluir. La indignación se enfocará en alguna otra imagen que logre seducir al algoritmo del mundo digital. Ya sin el ojo mediático puesto en ella, la profesora estará tan vulnerable como cualquiera. Lo sabe y desde ahora teme por las consecuencias que esto pueda tener. Le advirtieron que tenían ubicados a los integrantes de su familia. Los internautas no estarán ahí para protegerla. Ojalá que la autoridad sí.

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