La semana pasada, la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, defendió ante legisladores la estrategia del gobierno actual para combatir a la delincuencia. Explicó que pretenden atacar las causas que generan la violencia y por eso la apuesta es por “abrazos, no balazos”. Luego de lanzar esta expresión, ya antes utilizada por el presidente, aclaró que no significa que esta administración esté cruzada de brazos.

El asunto es que, según la más reciente medición del Inegi, 66.4% de la población mexicana de 18 años y más considera que vivir en su ciudad es inseguro. Hay un 78.4% que va con miedo a los cajeros automáticos, 71.2% que viaja temeroso en el transporte público y 59.2% que se siente en riesgo por las calles que habitualmente recorre.

Pero no solo nos roban la tranquilidad. La inseguridad costó a los mexicanos 277 mil millones de pesos el año pasado. Esto representa más del 1.8% del PIB.

Los altísimos niveles de impunidad propician que se cometan más y más crímenes, y es que nueve de cada diez delitos no se denuncian o quedan sin que se abra siquiera una carpeta de investigación. Es imposible saber cuántos secuestros o extorsiones hay realmente en el país, por la cifra negra que los ensombrece.

No es, desde luego, un problema nuevo. El de la inseguridad es un fenómeno generado en el pasado, pero que requiere hoy de una solución. Culpar a las administraciones anteriores puede ser útil en el discurso, pero no les quita el miedo a quienes caminan por las calles del país ni les devuelve el dinero a quienes son asaltados o defraudados.

El esfuerzo por construir paz es loable, pero tiene que ir acompañado de una estrategia que frene la comisión de delitos en el corto plazo.

Por otro lado, llama la atención que se hable desde el gobierno de la aspiración a construir una sociedad más fraterna, “con más cordialidad, con más civilidad, con más hermandad’', cuando existe un discurso cada vez más hostil en contra de periodistas y medios de comunicación. A quienes señalan errores o deficiencias se les intimida. Eso no solamente no es fraterno, tampoco es democrático.

¿Cordialidad para los delincuentes y hostilidad para los periodistas? El mensaje desconcierta y preocupa. La construcción de paz no es compatible con la destrucción de la libertad de expresión.

@PaolaRojas

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