La pandemia ha magnificado y acelerado muchos retos actuales que deben abordarse. Una respuesta humilde pero potente comienza con la implementación de métricas de gestión ambiental y social para la identificación de riesgos asociados al contexto global.

Recientemente, el Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés) publicó su Reporte de Riesgos Globales 2021, el cual identifica aquellos riesgos globales a los que se enfrenta el mundo, por probabilidad de incidencia e impacto, basados en una encuesta realizada a más de 650 líderes empresariales. El reporte explora cómo los países y las empresas pueden actuar ante dichos riesgos. Por esta razón, es un reporte relevante para los procesos de identificación de impactos potenciales para el diseño de estrategias sustentables.

En el reporte donde se presentan los riesgos con mayor probabilidad de ocurrir durante los próximos años, el cambio climático sigue siendo una amenaza a la que nadie es inmune, por lo que continúa siendo considerado como un riesgo catastrófico potencial que no puede ser relegado en la atención post-pandémica. Al contrario, necesita ser atendido en beneficio de un cambio drástico hacia una economía más justa y sustentable. Complementariamente, de acuerdo con el reporte, el riesgo de enfermedades infecciosas, los fenómenos meteorológicos extremos, el fracaso en la acción climática, los daños en el medio ambiente por la acción del ser humano, y la pérdida de biodiversidad, son otros de los riesgos con más probabilidad de ocurrir en un futuro cercano.

En 2020, el riesgo de una pandemia se convirtió en una realidad, fue un año lleno de retos, y también fue evidente que no estábamos preparados para afrontar sus adversidades. Por ello, hoy más que nunca es necesario tomar acciones para hacer frente a los riesgos climáticos y a los que esta pandemia ha ocasionado para nuestra salud. Estamos viviendo la década de acción hacia el 2030 y no podemos dar marcha atrás.

Sin embargo, a pesar del COVID-19, el 2020 fue un año de fortalecimiento para la transición energética. De acuerdo con un reporte de Bloomberg, se invirtió un récord de 500 milmillones de dólares (mdd) para la descarbonización del sistema energético a nivel global, superando en un 9% la inversión del 2019. La mayor parte de esta inversión fue destinada a energías renovables: un total de $303.5 mdd, donde $148.6 mmd fueron invertidos en energía solar (un aumento del 12% respecto a 2019); y respecto a la electrificación del transporte, se destinaron $139 mmd a vehículos eléctricos e infraestructura (un aumento del 28% respecto a 2019).

La ambición política relacionada al compromiso de la descarbonización está aumentando, al mismo tiempo que cada vez más países y empresas se comprometen a objetivos de cero emisiones. Aproximadamente el 54% de las emisiones globales del 2016 están bajo algún tipo de compromiso de descarbonización, en contraste con el año pasado donde dicho compromiso era del 34%. Este incremento impulsará todavía más el aumento de las inversiones hacia la transición energética.

No obstante, aún con estos avances, los riesgos asociados al clima son vigentes, pues han sido identificados como aquellos con más probabilidad de ocurrir en los próximos años. Evidentemente, el 2021 será un año para reconsiderar los sistemas de gestión de riesgos, donde debemos adoptar una visión holística -dado que los riesgos no conocen barreras y están interconectados- ampliando nuestra visión a largo plazo, ya que desafortunadamente, ninguna vacuna resolverá el cambio climático ni la pérdida de biodiversidad a largo plazo. Cuanto antes actuemos, más bajos serán los impactos en nuestro planeta.

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