En estos días, y hasta el 18 de marzo, se lleva a cabo en la sede de la ONU la conferencia internacional que busca la protección de las aguas internacionales, es decir, de las zonas de los océanos que no están bajo la jurisdicción de ningún país. También conocidas como de alta mar, representan el 61% del área del océano y el 43% de la superficie de la Tierra [1]. En la actualidad, estas aguas son prácticamente tierra de nadie. Allí, grandes corporaciones industriales (pesqueras, petroleras y mineras), extraen los recursos naturales de la zona sin regulación, control, ni límites. Las consecuencias ambientales y sociales de esas prácticas son enormes y negativas, de ahí la importancia de la Cuarta Conferencia Intergubernamental del proceso Biodiversidad más allá de la Jurisdicción Nacional (IGC4).

La IGC4 se propone aprobar un instrumento jurídicamente vinculante (obligatorio) para proteger -al menos- el 30% de los océanos hacia el año 2030 mediante la creación de una red de santuarios marinos altamente protegida. Eso es lo mínimo que recomienda la comunidad científica para recuperar los ecosistemas marinos y volverlos más resilientes ante el cambio climático, para regenerar la biodiversidad marina y para mantener servicios ecosistémicos esenciales.

La importancia de los ecosistemas marinos es vital para el Planeta; contribuyen a la regulación del clima del planeta, absorben el carbono de la atmósfera y generan el 50% del oxígeno que respiramos. Además, proveen alimento y recursos para la elaboración de medicinas.A pesar de esto, menos del 1% de estas aguas está protegido.

Investigaciones recientes de Greenpeace, han documentado las presiones que enfrentan los ecosistemas marinos. En enero pasado, una misión científica de nuestra organización identificó nuevas colonias de pingüinos papúa en zonas de la Antártida donde antes no estaban presentes. Con el derretimiento de los hielos debido al cambio climático, estos pingüinos están extendiéndose hacia un nuevo hábitat. Así también, una expedición del año pasado encontró que las colonias de los pingüinos barbijo en la Isla Elefante de la Antártida se habían derrumbado, algunas hasta en un 77% en los últimos 50 años [2]. Ambos casos son ejemplos de cómo el cambio climático y la pesca industrial están afectando grandemente a una especie tan emblemática e importante indicador de la salud del ecosistema antártico. Hasta ahora, la gobernanza global actual de los océanos, fragmentada en diversos organismos regionales, se ha mostrado ineficaz para lograr proteger la Antártida y otros ecosistemas marinos del mundo.

Greenpeace espera que el Tratado Global de los Océanos que se discute en la ONU ayude a superar dichas deficiencias y podamos contar con mecanismos que pongan freno a las industrias extractivas. Los países participantes, incluido México, tienen una gran responsabilidad en sus manos.

[1] University of Oxford,University of York y Greenpeace (2019). 30x30 A blueprint for ocean protection. How we can protect 30% of our oceans by 2030.https://www.greenpeace.org/international/publication/21604/30x30-a-blueprint-for-ocean-protection/#:~:text=This%20ocean%20sanctuaries%20scientific%20study,the%20impacts%20of%20climate%20change.

[2] Greenpeace (2022). La crisis climática también afecta a los pingüinos. https://www.greenpeace.org/mexico/noticia/50323/la-crisis-climatica-tambien-afecta-a-los-pinguinos/



Por Ornela Garelli, encargada de la campaña de Océanos de Greenpeace México

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