Por: Edgar Lugo y Ornela Garelli

De acuerdo a la Real Academia Española, la “posverdad” es la distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. La posverdad es una estrategia que está siendo utilizada en temas ambientales, difundiendo mensajes salpicados de verdad, pero con elementos que tienden a favorecer a cierta industria por encima de la protección del medio ambiente. Recordemos el caso del Acuerdo Global de la Nueva Economía del Plástico, que el Senado de la República y la industria del plástico modificaron para hacer su propia versión, la cual no es vinculante, con metas y compromisos nada ambiciosos y que incluye elementos que incluso contradicen a la visión global, dicha versión fue llamada el Acuerdo Nacional para la Nueva Economía del Plástico en México. Este Acuerdo ha sido promocionado como un gran logro a favor del medio ambiente y a pesar de que han surgido voces que denuncian esta posverdad (como la Fundación Ellen MacArthur, líder mundial en el tema, que envió una carta al Senado para rechazar el acuerdo mexicano), el sector empresarial sigue jactándose de tal acuerdo y poniéndolo como ejemplo de su supuesto “compromiso” por el Planeta. Lo grave del asunto es que la tendencia a la posverdad sigue avanzando, difundiendo un discurso a modo en temas como la Economía Circular.

La Economía Circular es un modelo económico que busca emular los ciclos naturales, donde los diversos sistemas que trabajan en conjunto aprovechan todo, nada se desperdicia, no existen los residuos. La Economía Circular es una macro tendencia que está siendo adoptada en todo el mundo, pero transitar a una nueva economía implica, entre otras muchas cosas, el cambio de mentalidad, cambiar los paradigmas, lo que necesita de educación, capacitación y conocimiento.

Derivado de la crisis sanitaria actual, hemos intentado trasladar casi todos los niveles de nuestra vida al mundo virtual: las compras, el trabajo, el entretenimiento y la educación. También la posverdad ha buscado su lugar en el espacio virtual. En los últimos meses circuló por medios digitales la publicidad de un curso gratuito de Economía Circular auspiciado por la Industria Mexicana de Coca-Cola, donde invitan al público a conocer todo de la economía circular (principios, herramientas, modelo de negocios, promoción, etc), diciendo que nos llevarán a un cambio de paradigma para adoptar la economía circular en nuestra vida. Suena bien, ¿no?

Sí, suena bien, pero el problema es que nuevamente tenemos en esto a un ejemplo de posverdad, ya que dentro de conceptos correctos, están introduciendo conceptos incorrectos que favorecen a una industria específica. Como ejemplo, en este curso encontramos una jerarquía de la gestión de los residuos manipulada, ya que privilegia la recuperación de energía, el coprocesamiento y la incineración, lo cual difiere del concepto de economía circular y de los lineamientos de instituciones reconocidas en el tema a nivel internacional, como la Fundación Ellen MacArthur. Al contrario, los organizadores de este foro toman como fuente al portal “coprocesamiento.org”, quienes, a decir de su página son “un portal dedicado a publicar información y soluciones para convertir residuos en un combustible alterno para la fabricación de cemento.” Todo un negocio redondo, y estos intereses empresariales son los que están siendo privilegiados en un curso que debería capacitar a las personas en economía circular con bases científicas, no a partir de intereses particulares.

La pregunta es ¿por qué se quiere fomentar la valorización térmica de los residuos? En enero de este año se publicaron algunas modificaciones a la Ley general para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos (LGPGIR), en las cuales se incorporó la posibilidad de aprovechar la materia orgánica en procesos de generación de energía, además de que se integró el término co-procesamiento en el artículo 62 como un concepto distinto al de incineración. Esta integración no es correcta ya que las tecnologías de co-procesamiento forman parte de la incineración y esta diferenciación entre términos es peligrosa dado que su propósito es impulsar un marco legislativo que pretende usar el co-procesamiento para incinerar residuos sólidos urbanos mediante regulaciones más laxas que aquellas ya establecidas para la incineración. Lo anterior es contrario a los principios de prevención y de sostenibilidad, ya que se incrementarán los riesgos a la salud y al medio ambiente.

Asimismo, dichas reformas incorporan el término “Termovalorización”, el cual también se inventó para maquillar la incineración, y se le definió en esta reforma como “aprovechamiento de residuos orgánicos para la generación de energía.” Lo anterior salta a la vista porque los residuos orgánicos no tienen poder calorífico para la generación de energía, para tratar residuos orgánicos se utilizan procesos biológicos como los biodigestores, además de que comúnmente la termovalorización es un concepto que también se aplica para el tratamiento de residuos inorgánicos ¿Confusión de términos o posverdad? ¿protección ambiental o protección de intereses particulares?

Sin duda protección ambiental no es, dado que la valorización térmica no es conveniente ambientalmente y posiblemente tampoco sea pertinente económicamente en México. Una planta waste to energy o de termovalorización generará entre escorias y cenizas un promedio de 15% de los residuos que se ingresan (otras fuentes indican hasta un 30%). De acuerdo a la Norma Oficial Mexicana NOM-052-SEMARNAT-2005 sobre residuos peligrosos y la Norma Oficial Mexicana NOM-098-SEMARNAT-2002, Protección ambiental – Incineración, los residuos de las cenizas de incineración de residuos se consideran residuos peligrosos, por lo que su manejo deberá cumplir con lo establecido en los ordenamientos legales aplicables. En el país solo hay dos rellenos sanitarios para residuos peligrosos, los cuales se encuentran en el norte del país y trasladar y disponer residuos peligrosos, cuyo costo es de al menos 10 veces más que el costo de los residuos sólidos urbanos, no es tan rentable, esto sin considerar el enorme daño al medio ambiente que ocasiona esta situación.

La incineración de residuos también produce emisiones altamente tóxicas al aire, incluidas emisiones de CO2, y libera nanopartículas tóxicas. Las emisiones incluyen metales pesados, dioxinas y furanos. La ausencia de regulaciones fuertes, monitoreo permanente y aplicación estricta de normas, como ocurre en México, complica mucho más las consecuencias sociales y ambientales de la operación inadecuada de estas plantas. Esto indica que la incineración como forma de combatir el cambio climático, como lo pintan sus impulsores, es un mito, más bien estos procesos agravan la crisis climática que vivimos y generan grandes impactos en nuestra salud, más aún en tiempos de pandemia.

Si miramos a la Unión Europea, este año publicaron la taxonomía sobre finanzas sostenibles, esta taxonomía permite determinar las inversiones sostenibles que ayudan al medio ambiente y que tienen el apoyo de inversionistas, bonos, gobierno y contribuyen a la descarbonización de la economía y la mitigación del cambio climático; dicha taxonomía ha excluido la incineración de residuos, incluida la valorización energética, de las actividades consideradas ambientalmente sostenibles. La Unión Europea, la cual ya tiene plantas de valorización energética, está cambiando ¿Por qué en México se quiere seguir una tendencia que ya ha terminado porque es incompatible con la economía circular y afecta al ambiente? Ahora la posverdad que se quiere contar es que la economía circular impulsa el aprovechamiento térmico, tanto que incluso sus impulsoras lo incluyen como parte de la temática de un curso de capacitación. ¿Qué debemos hacer?, alzar la voz, ser más críticos, evaluar la información que encontramos en internet, acercarnos a los expertos y expertas.

El problema con la valorización térmica de los residuos, llámese incineración, termovalorización o co-procesamiento, es que es un área más donde impera el histórico vínculo entre los poderes económicos y políticos que tanto daño le ha hecho a nuestro país. No nos dejemos engañar, el mejor residuo es el que no se genera y la mejor forma de gestionarlos es mediante la prevención, la minimización y otras formas de aprovechamiento con menores impactos ambientales, como el reciclaje y el compostaje, así como impulsando un tránsito de lo desechable a lo reutilizable/libre de empaque. Esto sí es economía circular, no la posverdad que nos han tratado de vender.

*Edgar Lugo es representante de Organika A.C. y miembro de la Alianza México sin Plásticos (AMPS); Ornela Garelli es especialista en consumo responsable y cambio climático en Greenpeace México, miembro de la AMSP.

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