Cuando mis hijas, siendo adolescentes, en alguna tertulia de familia escucharon a Augusto Elías, dijeron asombradas que era más joven que sus amigos y más interesante que cualquiera. Que sabía de temas de actualidad, que les hablaba como adultas y atendía las opiniones de ellas. Quedaron fascinadas y prolongaron el cariño de mis padres, mis hermanos y sobrino por nuestro querido amigo Augusto.

Todo esto viene a cuento porque Publicidad Augusto Elías, fundada por su padre en 1944, acaba de celebrar 75 años de vida. Las palabras de Augusto Elías durante la celebración permitieron hacer un rápido recorrido y una reflexión acerca de las primeras agencias, los personajes olvidados de ese arranque, la innovación en su momento, su papel en nuestra vida, lo difícil de permanecer y seguir enfrentando el mundo desde el orgullo de ser una empresa mexicana cuyas campañas nos han hablado al oído a varias generaciones. Es cierto, crecimos con los anuncios que acompañaban nuestros programas favoritos, con la televisión Philips donde se veía mejor el siguiente programa, con el ambiente que ponía Bacardí, con Domingos Herdez conducido por Jorge Labardini: un programa de revista con sketches cómicos, con intervenciones musicales para cerrar la languidez dominical y escuchar aquella frase sintética: “Con toda confianza, es Herdez”. Los canales eran pocos y los referentes que tejían una conversación común, una manera de identidad moderna y urbana. Con humor, con sagacidad, con virtuosismo para acercar y hacer de ciertos productos parte natural de nuestra vida, las campañas son parte de la memoria con que podemos atestiguar un México que se mudó de la pantalla al ciberespacio, de lo tangible a lo virtual, de lo local a lo global.

Alguna vez pensé que si quería ser escritora una forma de ganarme la vida podía ser como copy en una agencia, me acerqué a Augusto, que con su respuesta me centró en un asunto que ahora sé es vital para cualquiera. ¿De verdad quieres hacer una carrera en publicidad? No, le dije, quiero escribir. Hacer una carrera publicitaria requería de la pasión y entrega en primer plano. Esa respuesta me ayudó a entender que de eso se trata la elección que uno haga: de pasión y entrega. El propio Augusto Elías, sin habérselo propuesto, a la muerte de su padre tuvo que desplegar muy joven esa entrega. Ese apetito y curiosidad permanente que lo distinguen por las hazañas de lo humano en todas las esferas, el arte, los negocios, el deporte, por mencionar algunas, es una forma de vida que volcó en la agencia: la única que ha sobrevivido tanto tiempo en Latinoamérica. En sus palabras celebratorias, de agradecimiento a quienes lo han acompañado, después de leer varios encabezados de diarios, que parecían ser noticias recientes, nos aclaró que eran cabezas de distintos años atrás. Qué México, en el que siempre ha creído, era más que los sexenios que la agencia, él y todos hemos vivido. Lamentó la desaparición hace tiempo del Consejo Nacional de la Publicidad, donde las agencias contribuían a campañas sociales, cívicas, con su talento y sin cobrar. Mencionó los nombres de los primeros publicistas a los que debía convocarse en las aulas universitarias donde Eulalio Ferrer es el único reconocido.

Cuando escucho hablar al amigo frente al público convocado, me entusiasma su experiencia frente a la dedicación publicitaria, pero sobre todo me asombra que, a punto de cumplir 94 años, Augusto ha leído el libro más reciente de Emiliano Monge, sabe de Lydia Davis, de la exposición que se presenta en tal o cual lugar, de la ópera que escuchará en el auditorio, del mejor lugar para comer ostras. Y mientras timonea el barco de la empresa, se da tiempo de reunirse con sus más cercanos, de viajar y de seguir asombrándose con lo que el mundo tiene que dar. Augusto es más joven que muchos jóvenes, más interesante y audaz que muchas personas, leal y ético, es alguien con quien es un deleite y privilegio compartir el afecto y la conversación (y desde luego un plato de ostras).

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