La paz no se limita a la ausencia de violencia. La paz entre las naciones no se reduce a detener o impedir las guerras. Si no se construyen condiciones activas de paz, eventualmente, los conflictos irresueltos tienden a resurgir. Lo que está sucediendo entre Armenia y Azerbaiyán es un triste ejemplo de lo anterior: una nueva crisis violenta que ahora es, además, alimentada por factores internos y externos específicos. Y pasa que, cuando las espirales violentas son desatadas, frecuentemente adquieren dinámicas propias que son inmunes a las intervenciones para detenerlas y se salen de las manos de todas las partes. En el texto de hoy, algunos apuntes al respecto:

1. El territorio en disputa es conocido como Nagorno-Karabaj. En armenio, la zona específica disputada se conoce como Artsaj, un enclave ubicado geográficamente dentro de las fronteras que la URSS asigna en los años veinte a la entonces República Soviética Socialista de Azerbaiyán, y que hoy es internacionalmente reconocido como parte de la República de Azerbaiyán, pero que está poblado mayoritariamente por armenios.

2. En 1988, Nagorno-Karabaj decide escindirse de Azerbaiyán y, acto seguido, Armenia la incorpora bajo su protección. Sin embargo, en ese momento tanto Azerbaiyán como Armenia formaban parte de un mismo estado: la URSS y el gobierno central de Moscú bloquea esta escisión. No obstante, ya para 1988, Moscú se encontraba muy debilitada y su autoridad fue incapaz de detener los enfrentamientos que explotan entre esas dos repúblicas por el control del territorio en disputa, enfrentamientos que continuarán y se intensificarán en 1991 cuando la URSS se desintegra.

3. De 1991 a 1994 se produce una guerra a escala mayor entre Armenia y Azerbaiyán, ahora ya como países independientes, que causa entre 25 y 30 mil muertos. Tras esta guerra, Azerbaiyán pierde el control de Nagorno-Karabaj y varios distritos colindantes. Sin recibir el reconocimiento internacional, la República de Artsaj se proclama independiente y funciona desde entonces como una república de facto protegida militarmente por Armenia. Armenia ocupa desde ese año, además, varios distritos adyacentes que formalmente pertenecen a Azerbaiyán.

4. La tregua de 1994, firmada en Kirguistán, es auspiciada por la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) y por el “Grupo de Minsk” conformado por Rusia, Estados Unidos y Francia. Las condiciones logradas, no obstante, solo garantizan el final de las hostilidades y el respeto a ciertos términos acordados, pero no resuelven el fondo del conflicto. Desde entonces hasta la fecha, las pláticas no han avanzado y ha habido múltiples violaciones a aquél cese al fuego.

5. Con todo, la situación permanecía bajo una calma relativa hasta 2015 y sobre todo 2016, cuando se produce una nueva escalada que se conoce como la guerra de los cuatro días, con enfrentamientos que resultan en unos 300 muertos y que terminan una vez más con una tregua limitada. Importante decir que, a medida que pasan los años, la rivalidad entre Armenia y Azerbaiyán, las ha llevado a armarse, a procurarse alianzas internacionales, y a enfrentarse en distintos puntos de su frontera, no solo en la zona de Nagorno-Karabaj.

6. Desde 2016 hasta la fecha, nuevamente ha habido una gran cantidad de incidentes armados, incluidos choques en julio de este mismo 2020, hasta llegar al punto que hoy estamos viendo: la mayor escalada militar desde 1994.

7. Ahora bien, además de que en realidad estamos ante un capítulo más de un largo conflicto irresuelto, la guerra actual tiene que entenderse a partir de factores internos y factores externos que facilitan y favorecen esa escalada. No olvidemos que estamos en medio de una pandemia que ha detonado infinidad de repercusiones económicas, sociales y políticas para casi todos los países del planeta. Armenia y Azerbaiyán no están exentos de ellas. Factores como la caída en los precios del petróleo o el descontento social por la situación económica y política, inflaman los ánimos y generan incentivos para desviar la atención hacia enemigos externos y abrazar la bandera del nacionalismo. En Armenia, por ejemplo, desde 2018 hubo todo un movimiento de protestas sociales que demandaba reformas por la corrupción, la falta de respeto a las libertades y las violaciones a derechos humanos. Si bien, el gobierno en Ereván ha cambiado y ha venido implementando varias de esas reformas, la crisis por la pandemia complica su situación interna. En Azerbaiyán también ha habido protestas masivas, pero apenas en julio, éstas exigían que su gobierno respondiese con mano dura contra Armenia ante los incidentes fronterizos que se decía fueron causados por ese país. Ese tipo de presiones internas, en tiempos de COVID y crisis económicas, tienden a acentuar su peso.

8. Por otra parte, el Cáucaso es una región rica en energía (petróleo y gas), rodeada de potencias que buscarán siempre competir por influencia en la zona, y varios de esos países tienen ahora mismo otros conflictos a flor de piel en sitios distintos. Esas potencias ahora encuentran en este conflicto una razón más para dirimir sus luchas de poder.

9. Las alianzas regionales, no obstante, son complejas y no pueden ser entendidas en blanco y negro. Por ejemplo, Armenia forma parte de una alianza militar liderada por Moscú, y, por ende, Rusia es considerada como uno de los pilares que le respaldan. En Armenia, Rusia mantiene una base militar. Sin embargo, el interés de Moscú va mucho más allá de apoyar a un solo bando de la contienda. El Kremlin busca desde hace años proyectarse más bien como un mediador, interesado en conservar su poder en un espacio que considera su zona inmediata de seguridad, además de que busca ocupar los vacíos que Washington ha estado dejando.

10. En cambio, Turquía (país que tiene una añeja rivalidad con Armenia) se ha convertido en la principal aliada de Azerbaiyán, y podríamos decir, uno de los factores más importantes por los que Bakú se siente fuerte como para finalmente recuperar un territorio que considera naturalmente suyo. Además de otorgar a Aliyev su apoyo político incondicional, hay reportes que indican que Turquía ya ha trasladado a miles de combatientes sirios a la zona para luchar a favor de Azerbaiyán. A pesar de que esto ha sido negado tanto por Bakú como por Ankara, la estrategia sería similar a la que Erdogan está implementando en Libia para respaldar a uno de los bandos de aquella guerra civil. Armenia acusó, además, a Turquía de haber derribado uno de sus aviones de combate, acusación que nuevamente Ankara calificó como ridícula.

11. Más allá de ello, sin embargo, lo que sí sabemos es que Erdogan se ha involucrado en distintas aventuras regionales, lo que le ha ocasionado conflictos con potencias rivales. En Siria, Ankara respalda al bando opuesto al que apoya Rusia. En Libia, Turquía apoya al bando opuesto al que apoyan Rusia y Francia. En la disputa que Turquía mantiene con Grecia, Atenas es respaldada por Francia y por la UE. Estos factores convierten al conflicto armenio-azerí en un choque que rebasa lo interno y que, de hecho, es alimentado por estas rivalidades externas. Las confrontaciones entre Turquía y Moscú o Turquía y París, se trasladan ahora al Cáucaso, lo que, en lugar de ayudar a resolver, inflama las llamas.

12. Entonces, dado el estancamiento de las negociaciones y la persistencia de este como un conflicto irresuelto, se produce un incentivo adicional, especialmente para Azerbaiyán que desea recuperar la totalidad de su territorio: exhibir hacia afuera que esta disputa y sus aspiraciones siguen vivas y que el no darles solución solo empeora las cosas. Y si a eso sumamos que ahora cuenta con el ánimo de Erdogan en este momento muy concreto que viven las aventuras turcas, los incentivos se multiplican.

13. Sin embargo, nuevamente, como dije, las alianzas y los respaldos son complejos. Otro ejemplo: por su propia rivalidad con Irán, Azerbaiyán ha sido vista por Israel y Washington desde hace años como una línea de contención contra Teherán. Así, Azerbaiyán cuenta con armamento israelí de alta tecnología y lo está utilizando en estos momentos contra Armenia. Es por ello que el jueves, Ereván retiró a su embajador en Tel Aviv. Al final resulta entonces que, Turquía e Israel—dos países que se encuentran regionalmente enfrentados—hoy parecen estar operando del mismo lado en el Cáucaso. Por su parte, Irán no solo tiene buenas relaciones con Armenia, sino que en los últimos años también ha buscado acercarse a Bakú. Asimismo, Azerbaiyán se ha convertido en una ruta alternativa para el gas que Europa consume, de manera que no todos los países del continente, a pesar de sus muchos problemas con Turquía, quieren tomar partido.

14. El resultado de toda esa telaraña de factores internos y externos es una espiral que se está saliendo de las manos. A cada acción corresponde una reacción del rival, solo que con mayor intensidad y escala. Esto va, paulatinamente adquiriendo una dinámica propia que, a medida que pasan los días, se vuelve más complicada de detener. Pero aún si se detiene—y ojalá eso suceda muy pronto—lo esencial es comprender que el correr de los años no “cura” los conflictos. Calmar las armas es siempre un primer paso. Trabajar en los factores que resuelven una disputa desde su raíz y fomentar los pilares que construyen una paz positiva son tareas más largas y pesadas, pero ineludibles para impedir que situaciones como esta sigan ocurriendo.

Analista internacional.
Twitter: @maurimm

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