Al presidente Andrés Manuel López Obrador le faltó autocrítica. El triunfalismo con el que emitió su primer informe de gobierno no se ha reflejado en la sociedad. El crecimiento económico de México fue de cero por ciento en el primer semestre y sus proyectos y programas estrella no se han traducido en mejores condiciones de vida para los mexicanos.

Como lo ha reconocido Gerardo Esquivel, asesor económico de cabecera de Andrés Manuel López Obrador y actual subgobernador del Banco de México, no puede haber desarrollo sin crecimiento económico. Así que por más que el Presidente diga que en estos primeros nueve meses de gobierno hay más bien bienestar y una mejor distribución de la riqueza, no existen datos oficiales que respalden esos dichos. Por ejemplo, no hay cifras claras de reducción de la pobreza ni de una disminución consistente en el desempleo.

El Presidente solo puede vanagloriarse de que no hay una crisis económica en México. “La economía crece poco, pero no ha recesión”, dijo en su informe a manera de consuelo. Los cambios radicales en las políticas públicas han generado una atonía en la economía y aunque el Presidente diga que los empresarios e inversionistas están de su lado, confiados en la ‘transformación’ de la vida pública del país, la realidad es que están a la expectativa de si su gobierno va a ser más como el que toma decisiones a mano alzada sobre proyectos estratégicos, como sucedió con la cancelación del aeropuerto de Texcoco, o el que hace consensos como el que logró con las empresas constructoras de gasoductos.

En la estabilidad económica y el equilibrio de las finanzas públicas mucho tiene que ver el Banco de México, esa institución autónoma que criticó hace unas semanas por “quererse meter de más en la política económica”, pero que dice respetar. La inflación que presumió hoy el Presidente, de 3.3%, “la más baja desde diciembre de 2016”, es resultado de la política monetaria banco central.

Dice el Presidente que es un idea falaz que el Estado no debe promover el desarrollo. “Es una suposición falsa del periodo neoliberal”, asestó. Pero esta idea choca con lo que dice su secretario de Hacienda, Arturo Herrera, quien reconoce que por cada peso que invierte el gobierno el sector privado invierte 6.7 veces más. La economía mexicana, así como no puede cerrarse al comercio internacional, tampoco puede regresar a un modelo estatista, al del Estado benefactor, simplemente porque el Presupuesto no alcanzaría para hacerlo.

Al Presidente le faltó autocrítica al no reconocer que la cancelación del aeropuerto de Texcoco fue una mala decisión y minó la confianza de los inversionistas internacionales y nacionales. Eso explica, en buena medida, la razón por la cual la economía estuvo al borde de la recesión en el primer semestre del año, ya que no se generó la inversión privada necesaria para impulsar la economía y Hacienda tuvo que salir al rescate con un paquete estímulos por 485 mil millones de pesos.

Los empresarios habrían querido escuchar una autocrítica sobre proyectos que parecen no tener viabilidad como la refinería de Dos Bocas o el aeropuerto de Santa Lucía, pero el Presidente se ha aferrado a ellos y se les seguirán asignando recursos del presupuesto.

Los agradecimientos a Carlos Slim, Antonio del Valle, Carlos Salazar y Carlos Bremer no son suficientes para recuperar la confianza de la clase empresarial, a quienes les dijo que se han beneficiado de las condonaciones de impuestos. Mencionó a 108 grandes contribuyentes, entre los cuales están muchos de los invitados hoy a Palacio Nacional.

Los cuatro pilares sobre los que descansa la política económica del nuevo gobierno dejan claro que la prioridad es la economía popular, con el fortalecimiento del campo, los subsidios a productores, los precios de garantía y los programas asistencialistas como el de Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro.

El desarrollo regional también forma parte de pilares de la política económica del nuevo gobierno. Esta es una asignatura pendiente de las administración anteriores no supieron o no quisieron atacar. Ojalá que el impulso que se le está dando al sur-sureste del país se traduzca en un mejor desarrollo y crecimiento para que México deje ser un país que avanza a distintas velocidades.

La participación de la iniciativa privada en la generación de riqueza y el comercio exterior, que es uno de los principales motores de la economía, se mantiene también como una prioridad del gobierno, lo cual es tranquilizador para los empresarios e inversionistas.

La gran pregunta es si tras este discurso triunfalista del Presidente se van a lograr tasas de crecimiento y desarrollo mejores que las que hemos tenido en los últimos 36 años de gobiernos neoliberales. La gran pregunta es si Andrés Manuel López Obrador quiere redistribuir la riqueza ya generada en la época neoliberal –es decir, quitarles a los que más tienen para dárselos a los que menos tienen– o equilibrar la distribución del ingreso a partir de un crecimiento incluyente.

Lo único de lo que podemos estar seguros hoy es que la felicidad de los mexicanos tiene que ver con el “bienestar del alma”, lo que sea que haya querido decir el Presidente con esa frase.

@MarioMal

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