El gusto por el poder, señalábamos, es una enfermedad incurable. De ahí la tendencia al “necesariato”, tan repetida en nuestra historia. Ahora bien, estudiar las condiciones sociales y económicas de los países que dan lugar al “necesariato” es una tarea compleja, y está pendiente. Por lo general, se pretende reducir el fenómeno al interés del líder carismático por prolongar su mandato (sea simplemente por el disfrute del poder, la noción de trascendencia personal, el acumular fortuna, etcétera), pero es obvio que no puede reducirse a una voluntad personal la razón del éxito. Generalmente, el caldo de cultivo de la personalidad carismática se asocia con una crisis de gobernabilidad, derivada de un empate entre fuerzas sociales encontradas. Un factor a considerar en ese proceso es la ausencia, o deterioro, de partidos políticos que merezcan dicho título, es decir, de partidos que defiendan de manera consecuente principios ideológicos asociados a intereses de clase, y que convenzan a una mayoría del electorado. En México, Rusia, la India y muchos países más, dichos partidos tradicionales son una especie en extinción. Las masas populares, multiclasistas, sin partido, que por su número tienden a definir las elecciones, permanecen esencialmente ajenas al debate político. Se producen, en cambio, alianzas y rupturas entre pseudopartidos que buscan parcelas de poder para sus camarillas, mientras las masas, apolitizadas, a veces asqueadas de la “política” y la corrupción, están ocupadas en otros asuntos (para empezar, en la tarea cotidiana de la supervivencia).

En el caso de las elecciones presidenciales de este año, existe en México una mayoría popular que apuesta por la continuidad del partido/movimiento, Morena, sin mucha mayor reflexión que la que estima que su voto por ellos le permitirá continuar recibiendo del gobierno dinero en efectivo, sumado acaso a un resentimiento “contra los anteriores gobernantes”. Así, los llamados “programas sociales” del gobierno actual se han transformado también en sustento de proyectos políticos personales, donde hay un toma (dar dinero), por un daca (recibir votos).

La ampliación de los programas sociales (particularmente el de las pensiones para adultos mayores) justo en vísperas de las elecciones presidenciales, ha resultado, como cabía esperar, la mejor campaña para Morena, que se ha aliado sin reservas, sea con Dios o con el Diablo para arrasar en la elección. Ese es el plan A.  Su coalición electoral actual, “Sigamos haciendo historia”, cobija al Partido del Trabajo y al Partido Verde, ¡nada menos que el Verde!, con la mira puesta en contar con el número de los asientos requeridos para controlar las cámaras de diputados y senadores (el llamado Plan C). Cabe recordar que ya desde 2018, un no partido, el llamado Encuentro Social (el que postuló al exfutbolista Cuauhtémoc Blanco para gobernador de Morelos), perdió su registro electoral al obtener menos del 3% de los votos a nivel nacional. Pero, ¡oh sorpresa!, como la ley electoral permite transferir a los candidatos de partidos coaligados las diputaciones plurinominales, independientemente de los resultados individuales de los partidos (incluso en el caso de la pérdida su registro), ¡El pseudo partido Encuentro Social “conquistó” 56 diputaciones plurinominales en 2018!, además de la gubernatura de Morelos (para desgracia de dicho estado). Por esta vía, Morena controló, con candidatos propios y ajenos, 56 diputaciones del Partido Encuentro Social y 57 del Partido del Trabajo, bajo el mismo método. De esta manera, en 2018, aunque la coalición “Juntos hagamos historia” obtuvo el 45% de la votación, alcanzó el 61% de los diputados, lo que representó un 16% de sobrerrepresentación en las cámaras, no ganado en las urnas. Como cabía esperar, “al día siguiente” de este resultado, se acercó el Partido Verde a Morena a hablarle de amores. Había decidido cambiar de barco. Los verdes habían hecho mal sus cálculos al coaligarse con el PRI, otro no partido en declive, y sólo alcanzaron 15 diputaciones en 2018.  El PRI sigue en declive, pero su cultura de aprovechamiento personal de los puestos públicos ha hecho escuela en todos los partidos. Con el corrimiento del Verde al mejor postor, y el hábil zigzagueo de Morena, esta llegó a dominar dos terceras partes de las Cámaras entre 2018 y 2021.

Para la elección del 2 junio próximo, Morena va “sola” en 45 de los 300 diputados uninominales, y va en coalición con el PT (a quien le han asignado 51 candidatos) y el Verde (que ha pasado a sustituir a Encuentro Social como campeón en triquiñuelas y tendrá nada menos que 75 candidatos). Este número de diputados uninominales (51 más 75) es parte de la cuota para sus aliados. Muchos podrán ganar gracias a Morena. Los candidatos morenistas en coalición, suman 129 diputados más. Morena aspira ganar la mayoría de los 300 distritos uninominales. ¡Y todo ello además de una tajada de los 200 diputados plurinominales por distribuir! En esta lista habrá muchos candidatos advenedizos. Por ejemplo, la lista de diputados locales por la vía plurinominal de Morena en Morelos la encabeza ¡el exalcalde panista de Ayala, Isaac Pimentel Mejía!, que hace pocos días anunció su adhesión a Morena. A nivel federal, otra verdadera joyita de los aliados de Morena es el exgobernador de Tamaulipas, Eugenio Hernández Flores, de origen genuinamente priista, e incorporado al Verde a poco de haber salido de prisión por orden de un juez, luego de casi seis años de estar detenido en un penal del Estado de México, por peculado y operaciones con recursos de procedencia ilícita. El flamante candidato verde a senador está también pendiente de ser extraditado a Estados Unidos por lavado de dinero, de manera que el fuero legislativo es acaso su meta principal. Bienvenido, ternurita.

Millones de votos por Morena irán pues a candidatos formales del PT y del partido Verde (que de verde no tiene más que el nombre), como lo fueron para candidatos de Encuentro Social hace seis años, sin que los votantes lo supieran o lo sepan siquiera, ya que la mayoría cruza el logo de Morena en toda la boleta, sin distingos, y los aliados incómodos lo aprovechan. Zigzagueo sin principios, pues. Por supuesto, la mayoría de los candidatos triunfantes para diputados y senadores serán de Morena, que de por sí ya es un caldo de muchos sabores y que ha acogido a varios fugados de las barcazas que echan agua del PRI, del PAN y del hoy minúsculo PRD. ¿Cuántos quedarán? Morena busca aliarse incluso con el disminuido Movimiento Ciudadano, a quien ofrecerá algunas migajas, después de convencerle de no aliarse al Frente Opositor, con tal de controlar su voto (o mejor dicho sus posibles curules, sobre todo de los estados de Nuevo León y Jalisco). Por eso decimos que los partidos políticos en México son una especie en extinción, y el arte en la maximización del poder, ligado a la oleada de entusiasmo pro-morenista, una estafa política maestra.

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