Los futuristas tienen como objetivo mantener y/o mejorar la libertad y el bienestar del género humano, así como las capacidades del sostenimiento vital del planeta Tierra. Hablan sobre los intereses de las generaciones futuras, aquellas que todavía no tienen voz. Trabajan para lograr esos objetivos a través del pensamiento prospectivo y visionario, la investigación sobre el futuro, la educación, el discurso crítico y la acción social.

Para conocimiento de los que (mal) gobiernan, el estudio de un futuro probable se centra en la cuestión de cuál sería el futuro más probable de un fenómeno epecífico dado en un periodo temporal y bajo una serie de contingencias específicas.

La propia naturaleza de la pandemia por el Covid19 en la que se encuentra el mundo entero, un punto de inflexión en el que se está produciendo un cambio estructural acelerado y en ocasiones atropellado, provoca una sensación de incertidumbre generalizada.

La evolución natural está viéndose alterada por la presente situación de crisis que tendrá enormes consecuencias y una de ellas será el de las bifurcaciones; un caos —entendido como un ciclo que varía entre lo periódico, impredecible y lo aleatorio— determinista respecto a la situación inicial y que generará nuevos equilibrios en el orden mundial.

México y su desordenado gobierno federal y local dan cátedra de lo lejos que está en sus pronósticos el método de escenarios dentro de sus estudios estratégicos, para tratar de identificar senderos de actuación alternativos y sus hipotéticos resultados en contextos diferentes, con el fin de orientar la toma de decisiones en plena crisis sanitaria, económica y de seguridad. Sin una campaña masiva de pruebas y seguimiento de contagios, la ciudadanía asiste a un concierto de errores, opaco, lento en sus procesos, además desaseados, mientras con arrogancia el presidente y su marioneta científica espetan que la curva ya se “aplanó” y el virus está siendo “domado”cuando la realidad golpea con las malditas cifras.

La ciudadanía está confundida del peligro de la situación ante mensajes contradictorios e irresponsables de sus gobernantes. Sin consensos para una salida ordenada del confinamiento, la economía muestra su peor rostro mientras se espera la previsible ola de violencia e inseguridad en el contexto post-pandemia. Se miente cuando se escupe que México estaba preparado, el desastre en implementar una política integral y coordinada, local y federal, en un asunto de salud pública será una raya más a ese tigre.

No debe haber confusión ni olvido que hay crisis económica a raíz de las erráticas decisiones de un transformado López Obrador. El virus y su crisis aceleraron el desplome. No se acaba de entender en las arrogantes alturas de ese palacio donde hay una demente abyección al hombre que todo lo sabe, que un componente importante en cualquier éxito es la confianza. Ésta y el riesgo son conceptos vagos y polisémicos muy recurrentes en la arena de Morena.

Esta vaguedad de la confianza propia de un nulo sentido común, ha despertado incertidumbre en esferas nacionales e internacionales que ven con preocupación los vaivenes emocionales y engaños presidenciales esgrimidos desde el púlpito mañanero donde se desarrolla el conflicto y la beligerancia.El presidente es el responsable de la ingeniería de la división, revanchismo y la construcción hacia la colisión.

Fuera máscaras, decía.

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