Si hubiera sabido que la matarían, que nunca más volvería a verla, si hubiese sabido que la llamarían puta, que no la buscarían, que tendríamos que buscar por nuestra cuenta su cadáver, ¡lo hubiese incendiado todo!
Hoy que siento el miedo, la rabia, que vivo la injusticia, que vivo la terrible negación del gobierno para reconocer que la mataron tanto como quien se la llevó, hoy que sé que es real...solo tengo un consejo: ¡Incendiemos todo!

Tengo casi un mes luchando por escribir este editorial. No ha sido facil tratar de hablar de la complejidad de ser mujer en esta jungla de hombres, unos que son educados pero no entienden que nunca van a entender la violencia que sufrimos las mujeres desde sus chistes de feminazis hasta sus quejas porque los hacemos violadores igual que a los demás; otros, machos que quieren explicarnos el mundo, que quieren protegernos o darnos derechos que nos pertenecen, pero que quieren mantenernos calladitas y meten sus rosarios en nuestros ovarios y nuestra libertad de vestirnos, de actuar y de caminar con libertad; que nos maltratan física y verbalmente todos los días a todas horas, que nos agreden con sus piropos llenos de malicia, que nos pegan, nos violan y nos matan, y algunos cuantos hombres aliados, alienados por los movimientos feministas más radicales.

Justo en este proceso se presentó el supuesto enfrentamiento entre las mujeres y el presidente. Y digo supuesto porque el movimiento feminista es por naturaleza de izquierda. Esa izquierda que ha apoyado su causas desde antes del 2000 y que hoy es en cierta medida parte de su gobierno. Nosotras no estamos en contra suya, pero estamos a favor de la equidad y la igualdad de derechos de las mujeres.

Así llegó la marcha el 8 de marzo, que seguramente superó al medio millón de mujeres que orgánicamente acudimos a manifestarnos (1), pero que fue opacada con una censura mediática sin precedentes (similar solo a la que Vicente Fox le generó a AMLO en 2006 y Calderón en 2012); donde encontramos el arribismo de actores políticos del PAN y otras partidos, de “figuras públicas” que trataron de sobresalir en la movilización, pero que se quedaron chiquitos ante la fuerza de las mujeres independientes e informadas que marchamos.

Y qué decir del 9 de marzo, más del 80% de mujeres, parte de la fuerza laboral de este país, de todos los colores, ideologías y sobre todo, estratos económicos, participamos en el movimiento un día sin mujeres a pesar de la presión de algunos jefes por evitar nuestra participación y de otros, que acostumbrados como están al patriarcado, cometieron el error de darnos permiso de participar.

Ambos hechos, la marcha y el paro de mujeres, tienen vida propia, se gestaron desde la indignación y el hartazgo, el movimiento no tiene ni quiere y no necesita colores ni auspiciadores, así que no, que no le busquen explicaciones por detrás, que las razones y motivos están al frente; la respuesta para quienes se preguntan quiénes estan detrás, la dimos en la propia marcha: “Somos todas”.

Estas no son las preguntas correctas que deberían hacerse el estado, las preguntas correctas son, ¿Cómo atendemos las demandas legítimas de estas mujeres?; pero también de este lado el movimiento no puede centrar su lucha en enfrentar al presidente; si no en sumarle y hacerle ver que este es un movimiento tan importante, sufrido y aún más largo que el que el vivió y tan importante como el de los pobres.

Toda esta explosión valiente de mujeres hablando, cantando, bailando, discutiendo y educando sobre violencia, sobre libertad, sobre la muerte, la inseguridad, la violencia laboral, económica, política en un mundo donde ya no cabemos y que tiene que cambiar, me hace preguntarme ¿y ahora qué sigue? No podemos parar, porque parar sería claudicar.

Cada grupo desde su trinchera tenemos planteamientos de acciones concretas para hacerlas realidad a corto plazo y no dejar de actuar hasta que se cumplan, sin pedirle permiso a nadie, porque nosotros también somos parte del Estado: 1. La necesaria paridad 50-50 en el gabinete y en los puestos directivos del gobierno, exigible al titular del Ejecutivo Federal y los estatales; 2. La generación de una política pública que ayude a estructurar el feminicidio como delito y no a desaparecerlo; 3. Hacer realidad el derecho a la identidad, pero que le daría la oportunidad a una persona desaparecida ser ubicada de manera inmediata y evitar así en gran medida el robo y secuestro de menores; 4. La generación de instituciones eficaces en el tratamiento a las mujeres víctimas del delito, y de atención a mujeres en temas de violencia de género y discriminación; 5. La erradicación de la violencia obstetra; 6. La generación obligatoria de una política laboral de derechos diferenciados para las mujeres; 7. Políticas de inclusión para madres o padres que trabajan desde casa o que están al cuidado de sus hijos, que considere la maternidad como una responsabilidad de pareja, que amplíe los periodos de maternidad e incluya los de paternidad; 8. Impulsar una política pública educativa para que nuestras niñas y niños sean enseñados desde su primera infancia en la equidad y la existencia de los derechos de las niñas, entre otras.

Si dejamos de actuar, si nos dormimos en la satisfacción de una marcha, me temo que el #8M2020 puede quedar solo en una fotografía para la posteridad y en el dolor de muchas, que como yo, perdimos a una mujer en nuestra vida, Matilde Gil Herrera, mi madre, asesinada por el estado de Chihuahua el de Javier Corral. Es hora de pensar en lo que puede ser y en lo que lograremos hacer. No queda más que: ¡incendiarlo todo y que nazcan las flores de nuevo!

1 Las aglomeraciones de AMLO en el zócalo y hemiciclo a Juárez en 2006, similares a esta movilización, contabilizan un millón de personas. El calculo de medio millón es conservador. https://elpais.com/internacional/2006/07/31/actualidad/1154296802_850215.html

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