Bienaventurados los que disfrutan de la política porque en este país todo, absolutamente todo, se ha convertido en político. El Presidente dice, una y otra vez, que antes ésta era un asunto de élites y que la democracia participativa consiste en involucrar al pueblo. Con frecuencia alaba la politización de la gente, celebra que el pueblo tenga cultura política. Si algo ha logrado la 4T es politizar toda la esfera pública. No hay tema que se pueda discutir fuera del prisma del proyecto presidencial. Todo está codificado en clave campaña, desde los mensajes del informe que dará mañana, hasta la política sanitaria. Todo se convierte en un sistema dicotómico de aprobación o no aprobación del Presidente. Como buen profesor de energía, el jefe del Estado habla todos los días sobre todos los temas, pero no profundiza en ninguno. Lo suyo es la eterna campaña.

Si cultura política significara un cambio de mentalidad, estaríamos escribiendo una página novedosa en la historia, pero la política que hoy domina es mucho más cercana a la de Emilio Chuayffet que a una saludable democracia. La llamaban política de régimen porque, para ellos, el régimen era, por antonomasia, el país. El PRI logró apropiarse de las instituciones y la narrativa nacional de manera muy similar a como el mandatario se apropia de símbolos patrios y del destino de la historia. Se parecen tanto que, incluso, señalan con acento acusador a organizaciones que reciben dinero del extranjero con tono similar al que usaba el PRI para descalificar a Adolfo Aguilar, Sergio Aguayo y al propio Jorge Castañeda. De manera casi idéntica a como se hablaba en los años 90 de los “monos blancos”, ahora se descalifica a todo opositor al Tren Maya como quintacolumnista. Esa es política según el credo de Chuayffet. Supongo que Esteban Moctezuma, que impulsó la apertura en 1995, podrá recordarle al Presidente lo que le costó al país ese intento de retorno a una política de régimen que afortunadamente fue derrotada en las urnas en 1997 y en el 2000.

Una política democrática no significa que el gobierno lo sea todo. Que el Presidente ocupe horas en la televisión y redes sociales para repetir las tesis gubernamentales. La consulta para enjuiciar a ex presidentes es el mejor ejemplo del ánimo de politizar todo. Ha quedado claro que la Fiscalía puede llamar a declarar a exmandatarios. Este diario demostró, con su encuesta, que la inmensa mayoría está a favor. Es más, Felipe Calderón se dice dispuesto a hacerlo. No hay, por tanto, ninguna necesidad de hacer esa consulta, salvo satisfacer el deseo presidencial de convertir todo en político. Si la Corte llegara a negar la procedencia de la consulta, seguramente tendremos andanadas en su contra y cuando el INE finalmente diga quiénes van a ser los encuestadores para designar la dirigencia de Morena, indudablemente será motivo de discordia, porque la división es la esencia de la campaña permanente a la que estamos sometidos.

Este país ha cambiado. Hoy todo es política. A este paso las divisiones no harán más que crecer. No hay tiempo en la 4T para construir, conciliar y gobernar para todos. Es una lucha interminable contra “los otros” y al final será motivo de discusión política si las quesadillas se comen con tortillas de harina o de maíz. A mí me entusiasma la política, pero vamos a lamentar este camino porque, como toda guerra, sabemos cómo empieza, pero no cómo termina. Lo cierto es que los costos serán muy elevados. Adiós prosperidad, infraestructura de calidad y mejores servicios públicos, hoy todo es política. Y la política sirve para muchas cosas, pero solo da de comer a quienes viven de ella.

Analista político. @leonardocurzio

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