En mi colaboración anterior hablaba de la política identitaria y las implicaciones que eso tiene para la candidatura de Xóchitl Gálvez. En este caso me gustaría explorar los alcances de un retorno a la política más tradicional, basada no en el sentimiento de pertenencia, sino en el principio de racionalidad, que es alinear los fines con los medios y preguntarnos si las clases medias pueden ser el eje de una nueva mayoría.

Hay un amplio segmento de la población que sabemos (desde que don Pablo González Casanova escribió “La democracia en México”) vive al margen de la vida pública. Tiene muy poco conocimiento de lo que acontece y pocos elementos para calificar el desempeño gubernamental. No tienen referentes sólidos ligados a una tradición que no sea el nacionalismo revolucionario y buena parte de su cultura política es aceptar ayudas o prebendas gubernamentales. Nos puede parecer lo que sea desde la plataforma de otros segmentos sociales, pero es una actitud racional y pragmática, particularmente entre los de 53 años y más. Los que hoy reciben pensiones o becas no van a teorizar como ciudadanos modernos sobre el uso electorero del dinero público, ni mucho menos asumir que es su derecho recibir los apoyos. Ellos agradecen al benefactor que se encarga todos los días de inflar el pecho para recordar que eso se lo deben a él. Clientelismo puro. Es el voto cautivo del oficialismo.

Durante años fue la base sociológica del PRI que ha pasado directamente a Morena, que combina dádivas con los principios generales de la política identitaria. Pero hay otra clase social que no se come cruda la propaganda gubernamental y mucho menos explica su vida por los trazos arbitrarios de una taxonomía de los victoriosos y los derrotados en la que México ha caído. Hay una clase media emergente que cree en su propio esfuerzo y que, a su manera, se procura no solamente una educación (bien cada vez más escaso y caro) sino acceso a información que le permita fundamentar su juicio, sin repetir el mantra gubernamental. No están en los grupos de edad atendidos por el gobierno y a diferencia de sus mayores no quieren vivir de una renta del gobierno.


Enrique de la Madrid ha expresado que sociológicamente México es un país de clases medias que se mueve entre un nivel de ingreso bajo con un ánimo de superación digno de encomio. Ese sector no está esperando que le den ayudas, sino que le den mejores servicios, empezando por una educación que les permita competir. La teoría expuesta por Enrique es que esa clase media podría configurar una mayoría sociológica. No lo descarto, pero siento que el grupo de gente que recibe el subsidio gubernamental sigue siendo una fuerza lo suficientemente grande para determinar el sentido de las elecciones.


En México no se ha logrado salir de la teoría de la inmutabilidad social, pensando en que el pobre tiene que ser pobre porque nació pobre y está destinado, por tanto, a recibir primero caridad de la iglesia y después migajas del gobierno y no una vida autónoma y plena. Mientras eso sea así solamente en coyunturas específicas las clases medias decidirán las elecciones. ¿Será una de ellas el 2024?



Analista. @leonardocurzio