Este sábado es Nochebuena y mañana Navidad , lectora-lector, y por tanto yo debería estar tecleando algo más amable, quizá algún tema de soft news, pero no puedo sustraerme de lo ocurrido esta semana, así que apelo a su infinita bondad de hada navideña -o de duende- para que me perdone usted. Y procedo: el lunes pasado, cuatro días después del atentado que padeció Ciro Gómez Leyva , el Presidente de la República recurrió a una peculiar hipótesis: la de un “autoatentado”.

Veamos:

1.- En su conferencia mañanera de ese 19 de diciembre, en lugar de tener prudencia, ya que había (y hay) una muy compleja investigación en curso sobre el caso, Andrés Manuel López Obrador aventuró que podría tratarse de un episodio para desestabilizar a su gobierno. La vieja hipótesis del complot, que le ha funcionado con más o menos eficacia a lo largo de los años, la obtuvo de dos fuentes (es un decir): una, las redes sociales, donde varios de los más ultras entres sus afines sembraron la infame idea de que, como Ciro no fue asesinado, se trataría de una confabulación (un “autoatentado”) para perjudicar al Presidente; y dos, un par de colaboradores muy cercanos le vendieron la especie de que podría tratarse de una conjura de sus opositores más recalcitrantes para cimbrar a su gobierno.

2.- Horas después, en las mismas redes, los fanáticos empezaron a matizar: que no habían querido decir que Ciro hubiera planeado un atentado fake contra él mismo, o que hubiera consentido formar parte de semejante pantomima, sino que “los conservadores” podrían haber planeado el ataque y sacrificar a Ciro, o asustarlo, con tal de crear un profundo caos.

A ver, cualquier atentado contra una personalidad muy relevante busca no solo asesinar a alguien sino generar terror y por tanto desestabilizar al Estado, sin importar el país donde se ejecute el intento de homicidio. Si además la víctima es un personaje tan conocido como Ciro, evidentemente que la conmoción cimbra el humor social y sacude la estabilidad de la gobernanza. Imagine usted que Anderson Cooper , conductor estrella de CNN, es objeto de un atentado en Estados Unidos, en Washington D.C. , dos semanas antes de Navidad. O bien, Sean Hannity, de Fox News . La sensación que prevalecería después de algo así sería de absoluta vulnerabilidad y zozobra, sobre todo en los círculos sociales que frecuentan las redes sociales, los medios de comunicación y la política, y por supuesto que en estos casos son los gobiernos los que suelen pagar los platos rotos en términos de aprobación popular.

Así, en lugar de apelar a la sobriedad de un Jefe de Estado, el Presidente especuló con esta vileza al día siguiente, martes 20 de diciembre:

“Por eso, cuando plantean lo de Ciro, de que pudo ser un autoatentado, no porque él se lo haya fabricado, sino porque alguien lo hizo para afectarnos a nosotros, no lo descarto.”

Bajo esa premisa de gánsteres, está bien, que se investigue el móvil político. Porqué habría que descartarse, pero entonces, y siguiendo el hilo retórico y conspirador del Presidente y los suyos, no solo hay que indagar la vertiente “conservadora” sino que es necesario pesquisar la hipótesis del fuego amigo dentro del lopezobradorismo, desatado en plena guerra de sucesión presidencial para golpear, por ejemplo, a Claudia Sheinbaum y su jefe policial, Omar García Harfuch que, siguiendo la línea argumentativa del sabotaje, no solo se mostraron hasta ahora incapaces de proteger a alguien como Ciro sino de atrapar a los villanos materiales e intelectuales.

Yo digo que todo esto se trata de efugios presidenciales para distraer sobre un asunto fundamental que he subrayado desde hace tiempo: AMLO no tiene porqué callarse la boca ante ningún tema, pero no debe utilizar violencia verbal contra periodistas críticos ni estigmatizarlos en un país donde el sicariato está al alcance de $5 mil pesos procedentes de cualquier fanático o perverso. Hacerlo es, por decirlo suavemente, una irresponsabilidad inadmisible.

Dicho todo lo anterior, ahora sí, que cene rico esta Nochebuena, lectora-lector, y que tenga una estupenda y recalentada Navidad.

                                                                                               

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