Pongámonos un poco petulantes, Monseñores, pongámonos historiográficos.

El 19 de marzo de 1937, el papa Pío XI publicó su Divini Redemptoris (Del Divino Redentor), que si no me equivoco fue su vigésimo octava encíclica. ¿Qué tiene de relevante eso? Que en ese texto condenó por igual marxismo y comunismo. Antes y durante la Segunda Guerra Mundial, para Benito Mussolini y Adolfo Hitler nunca hubo reclamos de parte de la Santa Sede, pero contra los comunistas sí, porque eran malos-malísimos, según la óptica del Vaticano, y el italiano y el alemán, a quienes profetizaba victoriosos, seguramente eran aliados lindos, generosos y convenientes para Roma.

En la posguerra, el 1° o el 11 de julio de 1949 (según la fuente), por medio de la llamada Congregación del Santo Oficio , el pontífice sucesor, Pío XII, decretó la excomunión de todos los comunistas italianos. Según historiadores católicos, por aquellos días el Papa dijo, como su antecesor lo había expresado acerca del marxismo, que el comunismo era " intrínsecamente perverso".

Coincidamos: los comunistas, como Stalin, eran súper perversos y merecían la excomunión y ser oprobiados en la Historia.

Otro capítulo, cuarenta y cuatro años después, contra otra variante de malvados: el 9 de mayo de 1993, Juan Pablo II responsabilizó a la mafia de todos los males económicos y sociales que padecía Sicilia. En un discurso -que aparentemente fue improvisado- en el Valle de los Templos, en Agrigento, espetó:

“El pueblo siciliano, tan arraigado a la vida, que ama y da la vida, no puede vivir siempre bajo la presión de una civilización contraria, la de la muerte. En nombre de Cristo crucificado y resucitado, me dirijo a los responsables: ¡Convertíos! Tienen que entender que no se puede matar inocentes. Dios dijo una vez, ‘No matarás’. ¡El hombre, cualquier organización humana, la mafia, no puede matar ni pisotear este derecho santísimo de Dios!”

Ahora bien, valentía, lo que se dice gallardía en estos menesteres de confrontar perversos y malvados desde la jerarquía, el papa Francisco, como ya he tecleado un par de veces: hace ocho años, el 21 de junio de 2014, en Cassano allo Jonio, en la provincia de Cosenza, frente a decenas de miles de vecinos de Calabria, justo en el lugar donde en enero de ese año Cocò (Nicola Campolongo), un niño de tres años, había sido asesinado y carbonizado junto a su abuelo (un día cualquiera en territorio narco de México), el Papa se atrevió a esto:

“La Ndrangheta' (la mafia de la zona) es la adoración del mal, el desprecio del bien común. Tiene que ser combatida, alejada. Nos lo piden nuestros hijos, nuestros jóvenes. Y la Iglesia tiene que ayudar. Los mafiosos no están en comunión con Dios. Están excomulgados".

El crimen organizado combatido, alejado y aislado, y la Iglesia debe ayudar a ello, a quitarle su base social, así que quedan excomulgados los capos, los mafiosos, los sicarios, todos esos señores de la muerte que asuelan Sicilia.

Según una crónica del reportero Pablo Ordaz, publicada en aquel entonces en El País, “una gran ovación rompió el silencio de una tierra acostumbrada a callar.”

Una tierra acostumbrada a callar, como nuestras zonas de silencio, que el crimen organizado mexicano ha impuesto en numerosas regiones del país, donde los periodistas son ultimados.

Y, ¿la jerarquía católica mexicana ha emulado a su guía, al Papa? Ustedes, monseñores, ¿le han pedido a Francisco que excomulgue a los miserables que gobiernan violentamente grandes porciones de nuestro territorio?

No, monseñores, ustedes, en lugar de condenar al crimen organizado, el fin de semana pasado llamaron a orar. Sí, a orar… ¡por los capos! Por los corazones de quienes no tienen corazón, piedad, misericordia ni arrepentimiento. A quienes, todos los días, violan sus mandamientos. Convocaron a misas en todo el país para conmover monstruos, para ver si se avienen a cambiar, para ver si ellos son tocados por la fe, más allá de “la santa muerte” a la que adoran y veneran.

Cito a uno de los suyos, a Miguel Ángel Alba Díaz, obispo de La Paz, Baja California Sur, sentado en su silla eclesiástica durante su misa del weekend pasado:

“Hoy pedimos por todos los criminales, por los sicarios, por los halcones, por los burros, por los jefes, delegados de los diversos cárteles en distintos territorios; por los cabecillas de los cárteles criminales, mueve señor sus corazones. Hazlos volver a ti.”

Como dicen los chavos: ¿es neta? ¿Oremos por los sicarios, señores curas? ¿Misas para rezar por “la conversión de los victimarios”, para pedirle a Dios que los enternezca y que se vuelvan buenos? Habrase visto semejante despropósito. Monseñores, si es eso justamente lo que ellos quieren, que una y otra vez ustedes recen por ellos y los absuelvan luego de que cometen sus atrocidades.

¿O no? Como cada ocasión que van a sus hogares, sus ranchos, sus vecindades y los absuelven después de bendecir sus nacimientos, sus bautizos, sus primeras comuniones, sus bodas, sus casas, sus pachangas, sus armas, porque ya sabemos, la ley narca es plata o plomo, que en su caso, lo sabemos, es bendición y jugosas limosnas, o metralla.

Como dijo su Papa, ayuden: excomúlguenlos. O no estorben, porque con sus rezos y perdones, estos tipos se sienten bendecidos, iluminados, impunes, absueltos, y vuelven a cortar cartucho, y ahí van, desfachatados, a ejecutar a la siguiente víctima.

Y así las cosas, monseñores, que Dios nos siga agarrando confesados, ¿no?

Bajo Fondo

En México ttambién hay curas valientes, muy valientes, la verdad. He mencionado alguna vez que el 15 de octubre de 2013, cuando las autodefensas ya habían combatido y sometido en algunas zonas de Tierra Caliente de Michoacán al cártel de Los Caballeros Templarios, pero todavía había muchos reductos criminales, el obispo de la Diócesis de Apatzingán, Miguel Patiño Velázquez, redactó una carta pastoral que le costó serias amenazas.

Escribió:

"Los grupos criminales: Familia Michoacana , Zetas , Nueva Generación y Caballeros Templarios , principalmente, se disputan Michoacán como si fuera un botín. La Costa: para la entrada de la droga y los insumos para la producción de las drogas sintéticas; la Sierra Madre del Sur y la zona aguacatera: para el cultivo de mariguana y amapola, el establecimiento de laboratorios para la producción de drogas sintéticas y refugio de los grupos criminales. Las ciudades más importantes y todo el estado: para el trasiego y comercio de la droga, "venta de seguridad" (cuotas), secuestros, robos y toda clase de extorsión. (...) Han aumentado los levantones, los secuestros, los asesinatos, el cobro de cuotas se ha generalizado y familias enteras han tenido que emigrar por el miedo y la inseguridad que se está viviendo. Los gobiernos municipales y la policía están sometidos o coludidos con los criminales y cada vez más crece el rumor que el gobierno estatal también está al servicio del crimen organizado.”

Vaya atrevimiento del hombre. Se requiere más gente así, no seres que busquen la reconversión de quienes no tienen el menor arrepentimiento por sus barbaridades.

Y sí, en efecto, el crimen organizado tenía cooptado a buena parte del gobierno estatal, como se comprobó. Y sí, la mafia mexicana sigue agobiando Michoacán y aterrorizando a buena parte de sus pobladores.

El sacerdote murió casi seis años más tarde, el 21 de septiembre de 2019, a los ochenta años de edad.

Al fondo

Narrar la violencia más atroz no nos vuelve atroces: nos libera para contener atrocidades.

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