El 13 de diciembre de 2014, dos meses y medio después de la trágica noche del 26 y 27 de septiembre, cuando 43 jóvenes estudiantes de Ayotzinapa fueron levantados y asesinados por policías de Iguala, Cocula, Huitzuco, y sicarios de Guerreros Unidos, el reportero de EL UNIVERSAL, Dennis A. García, fue a un lugar de elocuente nombre: La Barranca de la Carnicería, ubicada a menos de dos kilómetros del Basurero de Cocula, según calcularon ese día los guías del periodista. Dennis llegó ahí con miembros de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG), encabezados por Miguel Ángel Jiménez Blanco, quien fue asesinado meses después, el 9 de agosto de 2015, pero esa es otra historia: aquel día, el reportero constató que, junto a una hoguera extinta, había restos de llantas… y huesos. Parecían ser fragmentos óseos humanos.

La gente de la UPOEG dijo que seguramente eran de al menos uno de los estudiantes, y que ya había notificado los hechos a la Procuraduría General de la República (PGR). Dos días más tarde, el 15 de diciembre, elementos de la PGR fueron al lugar para recoger los fragmentos y tiempo después se dijo que no, que los restos no eran de los jóvenes.

Esta semana nos enteramos, porque así lo informó Omar Gómez Trejo, titular de la Unidad Especial de Investigación para el Caso Iguala de la Fiscalía General de la República (FGR), que hace unos meses, en noviembre de 2019, prácticamente cinco años después de aquel hallazgo que presenció el reportero de EL UNIVERSAL… elementos de la FGR encontraron, ahí mismo, en la Barranca de la Carnicería, a 800 metros del Basurero de Cocula, restos óseos, entre los cuales escogieron tres que eran aptos para ser enviados a la Universidad de Innsbruck, y resultó que desgraciadamente uno de ellos pertenecía a otro joven de Ayotzinapa: Christian Alfonso Rodríguez Telumbre, el Superman bailador (https://bit.ly/2ZRkWy0). Qué dolor para su familia, porque de eso se trata esto: de la desgracia y la mutilación familiar provocada por criminales y por delincuentes con placa.

Tengo preguntas: ¿Cómo trabajaba la PGR de Jesús Murillo Karam y Tomás Zerón, que recogió restos en diciembre de 2014 en ese mismo lugar y dijo que no eran de ninguno de los estudiantes? ¿O los elementos de la PGR no los recogieron y fingieron que los recogieron? ¿O no hicieron pruebas y fingieron que las hicieron? ¿O sí tuvieron resultados positivos y los ocultaron, sin importarles la agonía de los familiares y amigos de Soncho, Sonchito, como también le decían al joven de los botines blancos, con tal de sostener el 100% de su “verdad histórica”?

Entrevisto a Santiago Aguirre, director del Centro Prodh, que acompaña a los familiares de los estudiantes, y él tiene sus respuestas: —Fue negligente lo que hicieron, no explorar a cabalidad el lugar, y ahora habrá que revisar aquellos restos encontrados en 2014 y que luego descartó la PGR.

—En aquel entonces, cuando reportee en la zona, recogí testimonios de pobladores y policías estatales que señalaban varios puntos donde había restos humanos no solo de los estudiantes, sino de otros desaparecidos. Hoy, cinco años y medio después, parece consolidarse esa teoría, la de que los restos de los jóvenes fueron dispersados en diferentes lugares. Se lo comento a Aguirre y dice: “Eso se ajusta más al modus operandi de los grupos criminales en 2014, que tenían métodos muy cruentos y que operaban en células. Es la hipótesis que hemos escuchado y que hay que investigar: varios grupos y varios destinos.” Y ahí sí, adiós para siempre a la verdad histórica, al menos en cuanto al Basurero de Cocula como escenario único, tal como se perfilaba desde entonces, pero… insolentemente no quisieron indagar, más allá de su manotazo.

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