El año 2024 comenzó con una noticia alarmante: el Sistema Cutzamala se quedará sin agua para abastecer a la población de buena parte del Valle de México a partir de finales de junio. Las presas carecerán de los niveles necesarios de operación para enviar agua a la Ciudad de México, afectando a más de 20 millones de personas que viven en la ciudad y el área conurbada, quienes dependen del agua que provee dicho Sistema.

Hace más de 100 años, los manantiales y ríos que abastecían a la Ciudad de México dejaron de ser suficientes. La extracción de agua se convirtió en el recurso inmediato para el suministro de agua, no obstante, esto trajo consecuencias: los hundimientos en la ciudad se hicieron evidentes, y se empezaron a notar los estragos en el desalojo de agua de las lluvias anuales.

De esta forma, en la década de los 70s, un grupo de ingenieros ideó la solución de traer agua de otras cuencas, dando origen al Sistema Cutzamala, que consta de 7 presas de las cuales se extrae agua y se conduce a la planta de tratamiento de Los Berros.

Con una capacidad de 20 mil litros por segundo, su intención era reducir la extracción de pozos en el Valle de México y dotar de agua a la ciudad y zona metropolitana. Sin embargo, con el crecimiento desmedido de la población capitalina, este esfuerzo ha resultado ser insuficiente, además, no se le ha dotado de recursos suficientes para darle un correcto mantenimiento y modernizar toda la infraestructura que lo conforma.

Si bien destinar constantes y vastos recursos económicos habría ayudado a mitigar la crisis actual, existe una serie de eventos que han ahondado la problemática del agua en el Valle de México. Por ejemplo: la tala desmedida en las zonas circundantes a las presas; las miles de tomas que se conectan a los canales y que destinan el agua para riego, y las cada vez más comunes descargas residuales que contaminan el agua de las presas, son algunos ejemplos.

Como resultado de todo este abandono, actualmente el Sistema Cutzamala sólo puede aportar menos de 8 mil litros por segundo.

Es cierto que comenzamos el 2024 como el cuarto año consecutivo de sequía. Más del 70% del territorio nacional se ve afectado por este fenómeno meteorológico, pero la crisis del agua lleva décadas. El olvido por parte de los diferentes actores involucrados hace más difícil enfrentar estas situaciones.

Cito algunas cifras que demuestran el poco interés que se le ha puesto al tema del agua en México. Sin considerar los estragos de la sequía, a nivel nacional, una de cada tres personas carece de servicios continuos de agua potable, drenaje y saneamiento, mientras que, en las zonas rurales, la cifra es de dos de cada tres habitantes. Más del 40% del agua se pierde debido a fugas o tomas clandestinas. La captación de agua de lluvia es muy escasa en México, y esta agua termina siendo canalizada por los sistemas de drenaje, contaminando ríos, lagos y mares. Sólo un poco más del 40% del agua residual es tratada y se le da poco reúso, ya que, a menudo, resulta más costoso que seguir extrayendo y utilizando agua potable. El 60% de las fuentes de agua potable están contaminadas, lo que lleva a la población a buscar agua de calidad dudosa en rellenadoras que carecen de las regulaciones necesarias para garantizar su calidad. El 76% del agua disponible se destina a la agricultura, mientras que en países más desarrollados este porcentaje se ha reducido al 40%, gracias a la tecnificación y la implementación de medidas que incentivan un mejor aprovechamiento del agua en el campo.

Esta crisis es una crisis de olvido, una crisis de la que sólo saldremos con la ayuda de todos. Hagamos un “Pacto por la mejor gestión del agua”.

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