En el mundo del excitante y nostálgico cómic underground, el nombre del nacido en Filadelfia (1949), Robert Crumb sigue siendo un cheque al portador, en cuanto a calidad artística en muchas disciplinas que tienen que ver con su privilegiada y aguda pluma de dibujo, y el papel vuelto obra de arte de diversas formas.

Incluso David Lynch le financió un gran documental (Crumb), dirigido en 1994 por Terry Zwigoff, que es un gran tratado sobre su vida y milagros licenciosos y excéntricos que rayan en lo enfermizo.

Su vasta obra artística, que incluye portadas de discos (como el de la tapa de Cheap trills, de la Big Brother and The Holding Company, de Janis Joplin, por la que Sony sólo le pagó 600 dólares); un demonial de libros compilatorios contraculturales de los personajes que creó: Fritz el Gato, Mr. Natural, Bob y Hart, Mr. Snoid… la creación de su propia industria (Zap Comix), entrevistas, artículos, fotografías, sus cartas personales, su fantástica colección de viniles de jazz.

Además de sus tratos extra fronteras con la hispana, Ediciones La Cúpula, que ha traducido muchos de sus cómics (que han llegado a la CDMX), entre ellos sus compilados, sus andanzas en el amor enfermo, su cara más dulce, todas las vidas de Fritz el Gato, sus piernudas chicas, el gran libro Yum Yum, el sexo majara, su sitio Web y su tienda.

En el mundo del cómic underground estadounidense no tiene rivales, pero sí influencias como la revista Mad, que fueron determinantes en el desarrollo de sus historietas de sexo, crítica mordaz y política enloquecida.

Su propio país, EU, lo consideró una especie de enemigo público y gráficamente transgresor de cuidado, por eso se fue a vivir a Francia, donde reside.

Muchos artistas similares como Clay Wilson, Víctor Moscoso, Gilbert Shelton, Ralph Bakshi y Spain Rodriguez se beneficiaron con él. Cuando no le gustaba alguno de sus personajes como Fritz, adaptado al cine por Bakshi, no dudaba en matarlo, aunque sólo fuera gráficamente.

Más de uno sufrieron con él, como los Rolling Stones, de los que rechazó jugosas sumas de dólares por diseñarles algunas de sus portadas de discos.

Se casó una vez y poco le duró el gusto. Volvió a reincidir y se matrimonió con la también dibujante Aline Kominsky, que le aguantó su coleccionismo compulsivo de discos de jazz y blues de 78 y 33 rpm y, de alguna manera, lo alejó de las drogas.

Algunos de sus cómics llegaron al VHS y Beta, y de ahí pasaron a la modernidad de formatos actuales y son muy apreciados por una nueva legión de entusiastas y exprimidores de las redes sociales de nuestros días.

Fue fundador también de la irreverente revista Weirdo y sus exposiciones son comparables a las de Andy Warhol, así como sus variadas influencias, que lo enfrentaron, por sus diversas posturas misóginas y casi pornográficas, al sistema con un ataque frontal en fanzines y revistas.

Premios le sobran y tiene un documental dirigido por Terry Zwigoff.

pepenavar60@gmail.com
 

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