Políticamente incorrectas y explícitamente retorcidas en sus planteamientos, todavía las películas de culto rockero siguen llamando la atención en un panorama de ofertas paradójicas, extrañas, ambiguas y andróginas para una nueva generación que ya se está cansando de la pobre oferta digital que le ofrecen las redes sociales (salvo excepciones).

Algunas de estas cintas proponen la revisión de viejos clichés, en un mundo de prudencia religiosa exacerbada, pastoreo devoto y desesperados Padres Nuestros, en un cosmos de pecado inaudito en donde ya hasta al diablo le cuesta trabajo negociar para llevar almas.

En el orden del desmadre infinito, muchos siguen los “malos ejemplos” de algunos de estos filmes que en su momento echaron chispas, atizando el fuego conservador en convenciones donde se celebraba el exceso y las malas costumbres. Si no, sería imposible explicar esta sarta de situaciones impensables, buen mal gusto, sexo a mansalva y otras sorpresas.

Los planteamientos transexuales rockeros fueron llevados a la pantalla en 2001, de la mano de John Cameron Mitchel, con una historia de espléndida banda sonora, músicos inclasificables como la Edwige (y su Angry Inch) y su novio amante, Tommy Ignosis, que le roba sus canciones para triunfar.

Un intrincado collage propuesto por su director y primer actor John Cameron Mitchell sirve de puente entre realidad y ficción para contar esta desgarradora historia decadente de viaje emocional, de estridencia extrema y patinazos emocionales. Muchas nominaciones a Batfas, Globos de Oro, Roses por Sundance y premios independientes la hacen única.

Veinticinco años antes, The Rocky horror picture show, sentaba las bases de una verdadera cultmovie de aliens travestidos dirigida por Jim Sharman.

Tim Curry como Frank N. Furter, Susan Sarandon, Barry Bostwick, Patricia Quinn, Nell Campbell, Charles Gray y Meat Loaf todavía asisten a las convenciones anuales de la película mito, que tiene un remake televisivo y también una muy divertida secuela, Shock Treatment (1981), con la espléndida Jessica Harper (también trágica heroína de El fantasma del paraíso, de Bryan De Palma, con banda sonora firmada por el intrépido Paul Williams, quien además es el villano Swan.

Ambas cintas tienen un encanto especial, al que se les perdona toda clase de tonterías por su especial hechizo. La canción inicial del Rocky Horror (“Science fiction/Double feature”) parece decirlo todo en este gran musical de rock que tuvo repercusión en medio mundo, incluida la puesta en escena mexicana de Julissa y Gonzalo Vega.

En 1998, Todd Haynes filma la cumbre y el abismo del glam rock con Velvet Goldmine, con la historia londinense de Brian Slade, principal exponente del naciente glam. Las alusiones a David Bowie, Lou Reed e Iggy Pop son más que notorias en este collage trágico-cómico del rock. Nominaciones al Oscar (vestuario), Bafta (maquillaje y peluquería), Premios Independet Spirit (tres nominaciones) y con llegada a Cannes. Una colosal puesta en escena de una época con aun reminiscencias hasta nuestros días.

Otras tenían que estar en el candelero, pero por alguna razón no, aunque sus planteamientos son de lo mejor, como Rockstar, de Stephen Herek, Anvyl, de Sacha Gervasi, Rocketman, de Dexter Fletcher, basada en la vida de Elton John; Sid y Nancy, de Alex Cox; Control, de Anton Corbijn, basada en la vida de Ian Curtis y su banda Joy Division; Almost famous, de Cameron Crowe, donde un jovenzuelo periodista de Rolling Stone se embarca en gira con Led Zeppelin; Metalhead, del metal escandinavo y la legendaria Spinal tap. ¡Paren el rock, que quiero bajarme!

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