Adónde va el cine “viejo”, quién sabe a dónde irá si no es que al olvido, por la despreocupación de las ahora tan de moda plataformas digitales como Netflix y Amazon, que programan muchas películas anodinas, pocos estrenos sustanciales, uno que otro documental interesante, algo de catálogo decente y párenle de contar.

Esto ha dado como resultado que el cinéfilo tenga que buscar en la informalidad formal, lo que debería estar disponible, si alguien programara con verdadera pasión.

Las siguientes son algunas películas que, o no se asomaron a la pantalla grande ni salieron en video de marca aquí, pero que, sin embargo, todavía son susceptibles de conseguirse en algunos lugares donde sigue rifando el cine de calidad independiente.

En las fronteras del cine roquero, vale la pena ver el filme de Jake Kasdan: Dewey Cox: una vida larga y dura (1975).

Se trata de una fina parodia con el auge, caída y resurrección del legendario cantante, mezcla de Roy Orbison y Johnny Cash, interpretado por John C. Reilly. La historia que corrió como compositor y semental psicodélico, cambió la historia conocida del rock.

Mantuvo amoríos con 411 mujeres, tuvo 22 hijos y acogió a otros tantos, codeándose, además, con Elvis y Los Beatles, recomendando sin tapujos las drogas.

En 1989, el padre del Señor de los Anillos y turba de Hobbits, Peter Jackson, se paseaba en las fronteras del gore y la comedia enloquecida negra.

De ese modo hizo Meet the feebles, una irrespetuosa historia porno hilarante con un zorro, una rana drogadicta, algunas vacas, un elefante maniaco-depresivo, una ballena y la mafia en pleno.

Antes había probado con Bad taste y luego con Briandead: el cine que le gustaba hacer antes de corromperse hasta las cachas.

2007: el mexicano José Luis Gutiérrez Arias, el de Las muertas, hizo un thriller mexicano: Todos los días son tuyos, con historia policiaca bastante buena, tensa y creíble, que mezcla etarras, en una trama de asesinato de tres residentes vascos.

Alejandro Camacho y la mercenaria española apodada La Rubia, están de no acabársela, lo mismo que un judas (José Luis Ortiz), El Santanero. Ritmo endiablado, diálogos certeros y making of gratis.

Una noche en la ciudad (2007), procede de la ciudad de Praga, y es una historia de stop motion para gente adulta y uno que otro millennial despistado: las interrogantes que plantea son cosas como la detención del tiempo, el zurcido de una oreja en cabeza ajena, insectos asombrosos de circo y amistades peligrosas con un árbol. La animación lleva sin escalas al terror.

Lo clásico retorcido permanece, como la historia de Tetsuo, The Ironman (Shinya Tsukamoto), el fetichista de los metales que, tras un accidente automovilístico, tienen que pagar su cuerpo, hasta convertirse en un hombre de acero, en esta apología de la ciencia ficción y el terror.

En su segunda parte se vuelve un Cyberpunk de cuidado. Estuvo en el Festival de Cine de Sitges, en donde reina lo más freak del cine.

Avisados están.

Pepenavar60@gmail.com

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