El coleccionismo de discos no lleva a ninguna cosa, excepto a tener dinero parado y a jamás volver a oír los discos adquiridos, salvo en muy raras ocasiones. Sin embargo, para compensar: se puede presumir de tener cosas inaudibles que nadie quiere.

Sabe más el que menos discos tiene, que el que tiene más y no sabe lo que tiene por andar comprando los que no debe, con tal de demostrar lo pudiente y erudito que es.

Si un disco resulta un completo desastre, a quién se debe demandar primero, ¿Al artista, al productor o al que lo vende?

Cuanto más se cotiza un disco, mayor será el desastre económico y mental, si no nos gusta.

Para qué se revisa tanto el estado físico de un LP si, al fin y al cabo, una vez adquirido va directamente al estante del olvido.

Qué factores influyen en la compra de un disco importado, si la edición nacional es la misma, el sonido es igual y la resina del prensaje (incluyendo la de color) no varía en un ápice.

Qué caso tiene presumir cualquier verdad sonora si, al fin y al cabo, suena pavorosa como la mayoría del rock mexicano, que trata de pasar, por lo contrario.

El efecto del fuego puede acabar con cualquier colección de discos, sin embargo, voces horripilantes como la del cantante de Caifanes parecen ser a prueba de grandes concentraciones de calor, paciencia combustible y consecuentemente, de un mal gusto que quema.

De las muchas opciones a las que recurren los coleccionistas de discos en tiempos de crisis, la mayoría cree que una colección puede salvarlos a la hora de recuperar algo del dinero invertido en resina inmóvil. Tarde descubren que se puede regresar de todo, menos del ridículo de tener álbumes, que ni al artista original le interesan.

La planificación extremadamente cuidadosa a la hora de grabar un disco no garantiza ni el éxito del grupo, ni que se vayan a hacer famosos o malditos. Y sí, por el contrario que, en lugar de caer en el olvido, sean recordados por lo necios que fueron en su momento.

Nada puede acabar con los piratas, ni una bomba atómica, como dijo alguna vez el finado Frank Zappa. Sin embargo, algunos deberían intentarlo con una bomba de hidrógeno, aunque el resultado sea similar.

Cualquier mala experiencia puede llevarnos a comprar un disco, que no resuelva auditivamente nada, ni el placer de considéralo una peor elección.

Si un disco resulta una porquería, es porque estaba destinado a fallar e irremediablemente fracasará en cualquiera de los temas de su tracklist, por más que se trate de probar lo contrario.

Un disco de los Beatles en su sello original no debe alterar en nada su sonido al mismo disco impreso en otras etiquetas. Por el contrario, lo único que afecta es el dinero que pagan algunos por el orden aleatorio de los temas.

Siempre hay que mantenerse frío y tremendamente calculador a la hora de comprar un vinilo por el que sólo ofrecen cacahuates, cuando resulta que, en realidad, bien puede tratarse de crema de cacahuate.

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