Una vez más y sin el menor pudor, Netflix, quiere imponer condiciones haciéndonos creer que la selección de películas de las dos primeras temporadas de Las películas que nos formaron, más un infame plus navideño, es a lo que debemos nuestra formación para apreciar el cine. Nada más equivocado, porque se trata de una selección muy palomitera y trivial. Ya parece que a una generación de cinéfilos la formaron películas como Pretty woman, Parque jurásico o Baile caliente. Por favor.

La formación cinematográfica mía y de muchos amigos y colegas, va desde las películas de monstruos de la Universal, retomada luego por la Hammer Films británica que volvió a Drácula, Frankenstein, La Momia, El Hombre Lobo y otros más, iconos perdurables hasta hoy. Todavía la Hammer innovó en la naciente ciencia ficción inglesa con su serie Quatermass. Haber visto seriales de la Republic de fines de los años 40 y principios de los 50 como Comando Cody, El Imperio Submarino, Superman, Los Halcones Negros o Dick Tracy, sirvieron de mucho.

Las películas de Ed Wood y las de cine independiente de Russ Meyer, el inventor de las Vixens, valieron de mucho como el cine mexicano de la B a la Z, con su ejercito de rumberas, dramas de cabaret, jinetes sin cabeza, charros esquizofrénicos y un arrabal desbordado. ¿Cómo no estar agradecido de haber visto Víctimas del Pecado, Salón México, La Banda del Automóvil Gris, las de La Sombra Vengadora, ¿las de La Momia Azteca o la Leyenda de una Máscara?, por citar tan solo algunas de las que verdaderamente me formaron.

El horror, la ciencia ficción, las películas y series de David Lynch; el cine de japón de Godzilla, las cintas de Takashi Miike, las de John Carpenter, las de Roger —nunca perdí un dólar— Corman; los films de Abel Ferrara o Jim Jarmush. Los westerns clásicos, o los melodramas de la vida (i)rreal… A eso sí se les llama películas de formación, no tomadas de pelo o blockbusters de no tenemos nada que perder y sí mucho que engañar al prójimo.

Hay también muchos ejemplos formadores dentro del cine de culto como el Horror Rocky Picture Show (1975), de Jim Sharman; El Fantasma del Paraíso (1974), de Brian De Palma; Canciones del Segundo Piso (2000), de Roy Anderson. Y en otra vertiente: Freaks, Cabeza Borradora, El Planeta Prohibido, Barbarella, Alien, Psicosis, La Noche de los Muertos Vivientes, La Bruja de Blair, Naranja Mecánica, Pulp Fiction, La Matanza de Texas, Blade Runner, Evil Dead, Pink Flamingos y muchas más, que no significan nada para Netflix.

¿Por qué? Porque no es cine correcto y porque están infectadas de cine subversivo, independiente, arriesgado y del que pone a pensar a un público que puede marearse con Mi Pobre Angelito o Forrest Gump. Nadie en sus cinco sentidos, puede decir: a mí me formó Dirty Dancing.

pepenavar60@gmail.com

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