En este toque de Quedemos en casa, algunos coleccionistas y acumuladores decidieron mandar al camión de la basura discos y videos de conciertos que desde hace años no ven y están arrumbados. Algunos que se preguntan: ¿cómo diablos llegaron estas porquerías a mi colección? Ellos han tomado la decisión de recuperar, si se puede, algo de lo que costaron en su momento.

Para ello se tienen que enfrentar a los caimanes del Chopo, coleccionistas privados y una raza de criminales ventajosos del disco de vinil, el compacto y uno que otro concierto o rockumental, y aceptar condiciones mezquinas de precios. Pocas veces tratan con profesionales del cambio y el intercambio (que sí los hay), que pagan lo justo por un disco o una rareza en DVD o Blu-ray.

Si no se dejan intimidar por los dinosaurios del rock nacional y de importación (principalmente de rock progresivo italiano y derivados), pueden sacar una buena negociación bajo sus reglas. Si no, les queda el consuelo de haberse enfrentado a los reptiles del vinilo, y no venderles nada.

Sin embargo, parece que hay sólo de dos sopas: o se les saca algún dinero encontrando al comprador ideal (cosa en estos tiempos bastante improbable), o se rematan a precios irrisorios antes de que se vayan a la basura, para desesperación de los caimanes que, además son consumados actores y lloradores profesionales. Son tan amañados, que hasta derraman lagrimas de cocodrilo con tal de llevarse los discos y devedés.

Ahora bien. Hay discos que nada más no salen. Y conste que se trata de títulos de rockeros consumados, buenos, medianos, regulares y hasta de “accidentes musicales” como los de José Feliciano y muchos cantantes y grupos noventeros de la peor música que se había hecho hasta estos desquiciados años dos miles.

Mientras, los abusadores profesionales del disco lanzan sus redes para ver si alguien cae ante sus ventajosas tretas. Pero ya conociéndolos los que se dedican al trueque, mejor les dan la vuelta o hacen una coperacha para celebrar las más de mil representaciones de embaucar ingenuos, utilizando el más sobado de sus argumentos: “No sé, esto no se me va a vender, me estoy arriesgando (como si fueran Rick Harrison, de El precio de la historia).

Estos mercachifles del disco generalmente quieren comprar los discos y los DVD cerrados, para no abrirlos jamás y que se añejen y se coticen más al paso del tiempo, hasta que se vuelven una monserga. Muy pocos, como los originales de Frank Zappa, llegan a valer fortunas. Eso sí, en las manos hay que sacarles lo que se pueda en los límites de la decencia de la negociación, antes de que se vayan a la basura.

pepenavar60@gmail.com

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