Hace tiempo que la celebración del día nacional dejó de ser un acto del Estado o de la nación en su conjunto para convertirse en uno del ejecutivo. En 2021 participó como orador e invitado de honor el mandatario de Cuba, Miguel Díaz-Canel, en lo que constituyó un acto de apoyo a un régimen que carece de credenciales democráticas y acusado de violar cotidianamente los derechos humanos. Este año, fueron excluidos los poderes judicial y legislativo y, en cambio, invitados contingentes de los ejércitos de varios países, incluyendo a Nicaragua, Venezuela y de nuevo Cuba, las tres dictaduras latinoamericanas. Por si ello no fuera suficiente, marchó el ejército ruso, acusado ante la Corte Penal Internacional, de la que México es parte, de crímenes de guerra. Más allá de la ambigüedad de México con respecto a la invasión a Ucrania, la invitación para que el ejército ruso fuera honrado junto al mexicano es una confirmación de la simpatía de la 4T por Putin y Rusia. Como las tiene por el régimen cubano, Nicolás Maduro y el matrimonio Ortega. Como diría el presidente López Obrador, “fuera máscaras”.

Apenas unos días, antes de la ignominiosa invitación a los ejércitos de esos países, México participó en la última cumbre del Grupo de los 77 más China, celebrada en La Habana. El Grupo fue establecido por 77 países fundadores (de ahí el nombre) en 1964, incluyendo a México, con el objetivo de impulsar en distintos organismos internacionales la influencia de los países en desarrollo mediante un cambio de las relaciones económicas “entre el Norte y el Sur”, el llamado “Nuevo Orden Económico Internacional”. Si bien la coalición fue incapaz de modificar el orden mundial, sí logró la creación de una serie de agencias, fondos y organizaciones multilaterales para financiar y gestionar proyectos de ayuda al desarrollo que implicaban generosas transferencias del “Norte al Sur”, muchos de las cuales fracasaron como resultado de ineficiencias, redundancias, falta de estrategias de largo plazo y, en muchos casos, corrupción. Con los años, los países donantes redujeron drásticamente los recursos de financiamiento al desarrollo a través de organismos multilaterales, para canalizarlos a través de programas bilaterales sobre los que podían ejercer mayor control y garantizar rendición de cuentas. Ello redujo drásticamente la capacidad de acción del G77, que se convirtió en un foro contestatario que ahora incluye a China -convenientemente-, y que reúne lo mismo a líderes demócratas que a los más sanguinarios y autoritarios mandatarios del mundo para ventilar agravios contra el “Norte” (Occidente en realidad) y hacer demandas políticas.

Al igual que lo hiciera Corea del Sur, México se retiró del G77 al incorporarse a la OCDE en 1994, por resultar incompatible el pertenecer simultáneamente a la agrupación de países más desarrollados y a una coalición de países en desarrollo que exige ayuda y demanda un nuevo orden. En un acto de consistencia, Chipre, Malta y Rumania también se retiraron del Grupo al convertirse en miembros de la Unión Europea. La participación de nuestro país en el bloque comercial de Norteamérica, el acuerdo de libre comercio con Europa y su graduación como donante neto de ayuda al desarrollo en 2010 reforzaron tal incompatibilidad. En este contexto, si bien la sola participación de México a nivel Canciller en la reunión del G77 de La Habana resultaba un gesto desfasado e irreconciliable con la realidad de México y la propia coalición, la reincorporación de nuestro país al Grupo, anunciada por Cuba y no por el gobierno mexicano, va mucho más lejos. Se trata de un acto anacrónico, una redefinición de nuestros aliados y un cuestionamiento a tres décadas de inserción de México en el mundo.

No se trata de hechos desconectados. La obsesión de López Obrador por Cuba, el desfile de militares rusos y la reincorporación de México al G77 constituyen señales significativas dirigidas a un polo al que, como país democrático, respetuoso del orden internacional y con una economía abierta al mundo, no pertenecemos. Son un insulto a Ucrania y la comunidad internacional comprometida con el derecho internacional. Son también provocaciones a nuestro vecino y socio más importante, con el que tanto compartimos y del que tanto dependemos, nos guste o no.

Diplomático de carrera por 30 años, fue embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos

@amb_lomonaco

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