Entre las aptitudes más útiles del pensamiento que desarrolla el ajedrez están la intensidad, la sistematización y la serenidad. La intensidad se refiere al índice de concentración mental; la sistematización, al orden de la meditación; y la serenidad a la calma en todo momento. “Todo pasa; sólo la serenidad permanece”, decía Lao Tsé, lo que, en ajedrez como en la vida real, tienen un valor inapreciable. Tenía razón Guillermo de Humboldt cuando dijo: “Es no sólo inútil sino locura no adaptarse a lo irrevocable con calma y serenidad”.

El ajedrez habitúa a verificar con calma y confianza toda decisión. En su tiempo, el pensador Lucio Séneca afirmó: “El hombre feliz no es el que ríe, sino aquel cuya calma, llena de alegría y confianza, se sobrepone y es superior a los acontecimientos”. Por eso el escritor Ruyard Kipling aseguró: “La victoria y el fracaso son dos impostores, y hay que recibirlos con idéntica serenidad y con saludable punto de desdén”. Incluso Michel de Montaigne decía: “El signo más cierto de la sabiduría es la serenidad constante”.

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