El ajedrez es ejemplo de la libertad de pensar y actuar por decisión propia. Como en la vida, la libertad ante el tablero no es un fin, sino un medio para competir mejor.

Sus límites son: acatar las reglas, respetar al adversario y responsabilizarse por el resultado, sea bueno o malo. Debido a la frecuente imprevisibilidad de las decisiones del rival, el libre albedrío es indispensable para escoger la mejor respuesta y superarlo en buena lid.

Para el médico Jean Hamburger, “La libertad de escoger no es otra cosa que la expresión de un mundo interior, formado en el curso de los años, nacido de innumerables influencias innatas y adquiridas”.

Con razón el poeta Lope de Vega (1562- 1635) dijo: “¡Oh, libertad preciosa, no comparada al oro ni al bien mayor de la espaciosa tierra, más rica y más gozosa que el tesoro que el mar entre su nácar cierra”. Por consiguiente, en opinión del libertador y ajedrecista José Martí (1853- 1895), “El primer deber de un hombre es pensar por sí mismo”.

PARTIDA

En un duelo de enroques en flancos opuestos, las blancas ceden varias piezas para ganar con elegancia y precisión.

Blancas: Raúl Sanguinetti

Negras: Alberto Rodríguez

Buenos Aires, 1965. Defensa siciliana.

1.e4 c5 2.Cf3 d6 3.d4 cxd4 4.Cxd4 Cf6 5.Cc3 a6 6.Ag5 Cbd7 7.Ac4 g6 8.De2 Ag7 9.0–0–0 0–0 10.h4 Dc7 11.h5 b5 12.Ab3 Ab7 13.hxg6 hxg6 14.Ah6 Ce5 15.Dd2 Cfg4 16.Axg7 Rxg7 17.f3 Th8 18.fxg4 (Diagrama. Las blancas se abren paso hacia el bunker del rival) Dd7 19.Cf5+ gxf5 20.Dg5+ Cg6 21.gxf5 b4 22.Axf7, rinden negras, 1-0.

rjavier.vargas.p@gmail.com

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