Migración es un tema con poco peso en las campañas electorales mexicanas. Esto tiene una raíz de hegemonía mundial, es decir, es producto de toda una construcción por racializar las fronteras que incluso convierten en imperativo moral el hecho de impedir el libre tránsito de seres humanos. Son los tiempos actuales.

En los países ricos, como Estados Unidos, existe toda una narrativa instalada desde el gobierno para “defender” el territorio. El blindaje como acción política toma forma con armas, tecnología, cuerpos policiacos y ciudadanos cuya conciencia de la otredad es tan delgada que convierte en un tiro al blanco a los “ilegales”.

Los migrantes son objeto de todo tipo de vejaciones y atentados a la dignidad. De acuerdo con Ruha Benjamin, existe una moral racializada que los sitúa como “amenazas” para los servicios sociales, la seguridad nacional y la homogeneidad blanca.

En el libro “Resistiendo las fronteras y tecnologías de violencia”, coordinado por Benjamin, diversos autores coinciden en que la vigilancia de las fronteras es una batalla por abolirlas en sí y que el enfoque para resolver la crisis migratoria mundial tiene como punto más importante el ejercicio de un derecho humano: la libertad de moverse y la libertad de quedarse.

El texto citado acuña un nuevo término, la “depórtspora”. Se trata de migrantes que quedan dispersos en territorios diferentes al de nacimiento y al en el que anhelan vivir. Consiste en un fenómeno que gana terreno en México y que pone a prueba no nada más a los interesados en gobernar el país durante los próximos años, sino a las distintas sociedades que hasta el momento muestran prácticas disímbolas.

Esta diáspora deportada gana presencia en México, pero fundamentalmente en la capital. Es cotidiano observar migrantes a la vera del camino, en centrales de camiones, en mercados, en el Metro, en los bajopuentes, en los semáforos, en los comedores populares. Se incorporan paulatinamente a la dinámica económica en particular y a la idea de ciudad en general. Dos episodios sirven como ejemplo.

Por un lado tenemos el caso de algunos comerciantes de la Central de Abastos quienes decidieron emplear en diversos negocios a migrantes. Una nota de este periódico del pasado 23 de enero cuenta la historia de Juan Carlos, carnicero, y Jean, haitiano de 42 años. Relata el mexicano: “Tiene dos meses que llegó solicitando trabajo a través de un conocido y decidimos darle una oportunidad, porque ha sido muy difícil para ellos, cómo están viviendo, en situación de calle. Aquí por el lado humanitario decidimos darle una oportunidad a Jean para que tuviera una solvencia en lo que llega a su punto final, que para ellos es Estados Unidos”.

En la otra cara de la moneda, Alessandra Rojo de la Vega, candidata a alcaldesa en la Cuauhtémoc, quien durante el debate del 16 de abril prometió la reubicación de los migrantes que ocupan la plaza Giordano Bruno, en la colonia Juárez.

Reiteró la postura con un post en la red social X: “Coordinaré para reubicar el campamento migrante cuanto antes fuera de nuestra área metropolitana, como se hace en los países donde impera la ley y el orden”.

La migración deja sobre la superficie la desconexión que existe entre la justicia y humanidad que plantea el sistema hegemónico, entiéndase democracia liberal participativa sustentada en competencia entre partidos, y la que ejerce la clase trabajadora.

Y es que la hegemonía global dispone todos los días una sumatoria de mecanismos interconectados, que funcionan como una maquinaria que criminaliza la migración bajo el argumento del control social sin tomar en cuenta el expansionismo colonial y el imperialismo. El orden y control per sé es un discurso que echa raíces y cuyas expresiones ganan tanto en viralidad como en diversidad.

Un pensamiento hegemonizado bajo estos argumentos no sorprende, antes bien nos ayuda a entender dónde están las fallas y fisuras de algunos espacios sociales mexicanos. Coloca luz en un lugar al cual, si este país aspira a ser distinto, no podemos acercarnos. Nos invita a tomar como punto de partida una pregunta: ¿quién produce, reproduce e impone las condiciones económicas y sociales adversas en los países que todos los días paren migrantes?

Consultor en El Instituto

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