Ahora, con las clases virtuales, muchos extrañan el calor de las aulas. Incluso pareciera que ha quedado en el olvido aquellas historias melodramáticas aparecidas en los años 50 del siglo XX, cuando se hablaba de la pobreza de muchas escuelas, en su mayoría rurales.

Para los inocentes parroquianos terapiados por la mojigatería de Libertad Lamarque y los dramas "pedroinfantescos", las imágenes que en esos tiempos mostraban a niños escribiendo sobre papel de estraza, sin más pupitre que un bote o un viejo guacalito, realmente calaron hondo en sus corazones.

Más pronto que tarde, algunos grupos de beneficencia comenzaron a realizar colectas para dotar de muebles básicos y pizarrones a esas escuelas olvidadas. Sin embargo, como lo demostró un reportaje publicado en 1953 en este diario, el problema no se centraba en cosechar solamente la buena voluntad, sino por el contrario, evidenciaba la total falta de infraestructura escolar en todo el país.

En los asentamientos ubicados en las zonas limítrofes del Valle de México y que aún eran consideradas rurales, había escuelas improvisadas con láminas y trebejos. En las colonias populares la situación no estaba mejor, porque algunas primarias contaban con el mobiliario donado por el ayuntamiento en tiempos posrevolucionarios.

Entre los casos más curiosos, destacaban las pequeñas escuelas instaladas en ciudades perdidas a las orillas de la ciudad ¡desde los tiempos de José Vasconcelos! Aquellas misiones fundadas por el otrora secretario de Educación Pública consistían en mandar a algún maestro a lejanas comunidades para instalar con los recursos ahí existentes aulas improvisadas para alfabetizar a sus habitantes.

Para las familias de esas zonas, esa enseñanza marcó la diferencia entre seguir habitando el siglo XIX (porque casi lo hacían al no tener luz, agua, servicios médicos y educativos) y tener la esperanza de integrarse al desarrollo del país.

No obstante, con el paso del tiempo y los cambios de sexenio, los apoyos y la continuidad del programa fueron dejados en el olvido y las aulas de troncos y láminas continuaron sin cambio, sobreviviendo sólo por el estoico esfuerzo de muchos maestros voluntarios.

De esas escuelas, se calculó que 17 aún operaban en zonas "semirurales", y junto con ellas por lo menos 20 escuelas "establecidas", cuyos espacios asemejaban ruinas arqueológicas y no contaban siquiera con vidrios, pizarrones, o de perdida, un baño con drenaje. Por esos tiempos fue famosa la fotografía de un grupo de niños con huarachitos que tomaban su clase tiritando de frío.

Después de mucho tiempo, el gobierno aprobó un programa con tintes proselitistas, que en algunos aspectos se asemejó al conocido después como Solidaridad, desarrollado por Salinas y el hoy casi beatificado San Colosio Mártir.

Aunque fue nombrado Programa de Apoyo a las Aulas Urbanas, casi de inmediato recibió el sobrenombre de "Una manita pa` la escuela". Se trataba, por supuesto, de promocionar con bombo y platillo el "vínculo entre instituciones y sociedad civil", dotando a las escuelas de materiales como pintura, cemento, yeso, vidrios y láminas, a cambio de que los vecinos participaran en el reacondicionamiento de las aulas. Y para mostrar a los escépticos las bondades del programa, se usó como ejemplo a cuatro escuelas, bien escogidas por hallarse en zonas de militantes priístas, y se organizó una ceremonia para entregar simbólicamente a los maestros el material. Incluso, en la recién estrenada gacetilla mensual del partido tricolor, que se repartía junto con un tamal verde y otro rojo en los mítines, se publicaron fotos de las cuatro primarias, destacando el "antes" y el "después", y mostrando a los niños "menos rotitos" junto a algún maestro en el aula emperifollada. No obstante, el programa fue una "llamarada de petate", y a menos de año y medio de iniciado, los apoyos se desvanecieron.

Sin embargo, pronto funcionarios comprendieron que la construcción de escuelas también podía representar un buen negocio, sobre todo si se convocaba a concursos nacionales y se "jineteaban" los contratos. Pero esa es otra historia.

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Twitter: @homerobazan40

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