¿Qué habrá en la esquina de Guatemala y Academia, en el corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México?

De nueva cuenta, al salir a grabar El Foco, el programa que conduzco en ADN40, nuestro equipo fue intimidado, a unos pasos de donde se hallaba apostado un agente de la SSC, por un hombre que vigilaba la esquina y que luego de comunicar por radio nuestros movimientos, corrió al equipo de camarógrafos, les prohibió grabar ahí con estas palabras:

“Aquí no pueden grabar. Si graban en esta calle me van a comprometer y se van a comprometer”.

Hacíamos un programa sobre los nichos y las hornacinas que llenan de ángeles y vírgenes de piedra lo alto de los viejos edificios virreinales. La calle era una romería. La venta de productos, los gritos, el continuo movimiento de los cargadores que empujaban “diablitos”, las bodegas, los pregones, las vecindades, la música que salía de los diversos locales conformaban una escena cotidiana de la vida en el centro de la Ciudad de México.

¿Qué podía comprometer a aquel personaje? Y, sobre todo, ¿qué podía comprometernos si aquello quedaba registrado en nuestras cámaras?

Hace unos años relaté en este espacio cómo al perseguir lugares donde, según la tradición, habrían ocurrido algunas de las viejas leyendas de la ciudad, de esas que encuentran en los libros de Artemio de Valle-Arizpe y Luis González Obregón, nos internamos al final de una tarde por la calle de Nicaragua.

Buscábamos la vieja casona, aún en pie, en donde según una antigua leyenda un sacerdote había confesado e incluso dado los santos óleos a un hombre que —el sacerdote lo comprendió después— había muerto siglos atrás. En 1878, José María Roa Bárcenas escribió un relato eficaz, y lleno de misterio, que en México inauguró el cuento de fantasmas.

Cuando empezamos a grabar caía la noche y notamos que los vigilantes de unas motocicletas nos estaban siguiendo. Nicaragua era uno de los bastiones de la Unión Tepito, que en esos días se masacraba en las calles con sus rivales de la Fuerza Anti Unión.

Oímos silbidos, vimos a nuestros vigilantes hacer llamadas telefónicas. De pronto, desde una vecindad nos invitaron a retirarnos con la amenaza de que si seguíamos grabando “se los va a cargar la verga”.

Nos retiramos. No recuerdo si alcanzamos a llegar a la casa donde se había originado la leyenda.

Meses después salimos a grabar por Eje Central, una de las avenidas más importantes de la capital del país. No eran las últimas horas de la tarde: apenas había quedado atrás el mediodía y todo estaba infestado de autos, peatones, vendedores ambulantes.

Las cámaras provocaron una estampida en la Plaza de las Vizcaínas: al vernos llegar, un grupo se esfumó a bordo de motonetas, otro se resguardó en las vecindades cercanas. Lo escribí también: parecía que habíamos echado a perder una junta importante.

Esa tarde, al avanzar por Eje Central, comenzaron a seguirnos desde las motonetas. Descubrimos también que cada tramo y cada esquina se hallaba custodiado por hombres (en su mayoría jóvenes) con gorras y bolsas cruzadas, de las llamadas “mariconeras”, que se pasaban mensajes por radio o por teléfono. Tampoco esa vez nos dejaron grabar en algunos puntos: los camarógrafos que hacían tomas específicas eran insultados.

Comerciantes fijos y ambulantes habían denunciado en esos días las extorsiones de los grupos criminales. Desde Izazaga hasta Avenida Juárez, “pagar o levantón”, tal era la consigna. Todas las plazas comerciales que existen en la calle se hallaban bajo “cobro de piso”. Al mismo tiempo, arrancaba 2021, ocurría una verdadera masacre entre los líderes de ambulantes: más de una decena fueron asesinados en las calles del Centro en esos meses.

Ayer llegamos a otra zona del centro, otra vez con las cámaras.

Y ahí, a solo dos cuadras de Palacio Nacional, donde nos dicen diariamente que el sexenio marcha sobre ruedas y todo va de maravilla, tropezamos con la misma situación: una ciudad tomada, cuyas calles están poder de alguien que no son las autoridades.

Alguien que te da o no permiso.

En un reporte de final de sexenio presentado ayer, el Observatorio Nacional Ciudadano confirma a partir de datos oficiales el fracaso de este gobierno en materia de seguridad. Señala, por ejemplo, que en relación con el gobierno de Calderón la extorsión creció 62.20%, y en relación con el gobierno de Peña aumentó 35.05%.

En promedio se registró una víctima de extorsión cada 50 minutos, y esa tasa alcanzó en el segundo trimestre de 2023 su segundo lugar histórico.

De acuerdo con el reporte, en este sexenio se ha seguido relajando la persecución de delitos contra la salud, entre ellos, la producción, el transporte, el tráfico y el suministro.

No hablemos de momento de lo que ocurre en las sierras, los desiertos, los puertos, las fronteras. ¿Qué habrá en la esquina de Academia y Guatemala, a unos pasos de Palacio Nacional?

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