Desde que Jon Rahm comenzó a despuntar a nivel profesional, hace ya una década, a un periodista de El Correo se le iluminó la bombilla y, sin tener mucha relación con el golf, algo cambió en nuestra redacción. Su nombre es José Manuel Cortizas, quien nos dejó hace cuatro años por la pandemia del coronavirus. Él sembró la semilla de lo que hoy hacemos como periódico en cada cita importante que juega Rahm. El Correo es un periódico de Bilbao, la capital de Bizkaia. Rahm nació en 1994 en Barrika, un precioso pueblo costero, a media hora en coche de Bilbao.
Ahora me toca a mí, una persona que tampoco tenía mucha relación con el golf y que —desde entonces— quedó enamorado del mismo. He tenido la suerte de haber cubierto ya dos Masters de Augusta, un US Open, un PGA Championship y un Open. Por así decirlo, he completado mi propio Grand Slam. También he estado en el reciente LIV Andalucía, en un campo tan emblemático como Valderrama. ¿Sabían que fue allí, en la Ryder de 1997, el motivo por el que Rahm juega al golf? Sus padres acudieron como espectadores y quedaron prendidos del golf. Y su hijo pequeño resultó ser un crack con los palos.
Fuimos a Valderrama, porque tener en España a Rahm es un privilegio. Ese es el motivo por el que le seguimos en los majors. Pese a que disfrutamos de una cierta estabilidad económica, se pueden hacer una idea del desembolso que supone cruzar el charco, para estar cerca de Jon.
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Antes de viajar, intento hacer un planning con los temas a sacar cada día, aunque siempre se te ocurren mil más. Nos solemos agrupar entre varios periodistas españoles o latinos a la hora de viajar. Alquilamos una casa y un coche. Una vez en el torneo, pongo especial énfasis en Rahm, aunque haya más españoles en el field.
Planifico lo que quiero contar, según el espacio que me dan en papel. Lo que no entre en las páginas, va directamente a la edición digital. Le sigo en las rondas de prácticas; a veces, se puede hacer por el propio fairway, un lujo. Y una vez que empieza la competición, también le sigo —como un aficionado más— en cada hoyo. Salvo en Augusta, donde los móviles están prohibidos, voy relatando en un directo cómo va la vuelta de Jon.
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Le sigo tan de cerca que a veces pienso que me va a poner una orden de alejamiento. Después, nos atiende a los medios un rato. Y así, durante cuatro días. En paralelo, su familia suele viajar con él y yo aprovecho también para estar con sus padres y charlar tranquilamente. Viene muy bien, para tener más relación con el protagonista. Una vez vuelvo a la sala de prensa, escribo todo e intento que no se haga muy tarde, porque las coberturas en los grandes torneos conllevan madrugar bastante. Pero, repito, es un lujo.
Carlos Nieto García
Redactor de Deportes en El Correo
@carlosnieto77







