Mi reconocimiento y agradecimiento a don Dionisio Meade por su extraordinaria labor al frente de la Fundación UNAM y por invitarme a participar escribiendo este artículo. Mi respeto a todo el equipo que día a día se entrega en conjunto para lograr los objetivos de tan reconocida Fundación UNAM.

En 1985 tuve la oportunidad de ingresar a la Facultad de Ingeniería de la UNAM, integrándome a la Generación 86. Durante mi paso por la Universidad tuve muchas experiencias que transformaron mi vida. El tener que presentar un examen de admisión para buscar ingresar marcaba una gran diferencia en mi vida. Tuve que ganarme mi espacio compitiendo con muchos interesados, ya que sólo entrábamos el 4% de los que presentábamos el examen.

Mi principal objetivo desde niño era entrar a la Máxima Casa de Estudios de México.

Mi padre –que había estudiado en la UNAM, Generación 46 de Ingeniería Civil, reconocido por ser un gran ingeniero especializado en estructuras– me inspiró a desarrollarme en un campo fascinante y a tratar de igualar o superar su reconocimiento dentro de nuestro gremio. No ha sido fácil.

Los primeros semestres tomamos clases en tronco común con las demás ingenierías. Conocí mucha gente con una diversidad asombrosa y que, al igual que yo, quería aprovechar la gran oportunidad de estudiar en la UNAM. Pronto hice amigos nuevos, cada uno con historias diferentes, no sólo de dónde venían y qué buscaban, sino también de la lucha para estar ahí. Sin embargo, todos compitiendo por superarse personalmente. Muchos de mis compañeros eran primera generación en grado de licenciatura.

Conforme fueron pasando los semestres, cada vez menos alumnos buscábamos aprovechar al máximo la oportunidad obtenida. Escogíamos a los mejores maestros para seguir superándonos profesionalmente.

Hubo grandes profesores, muchos para reconocer y recordar, los cuales marcaron huella en mi rumbo profesional. Profesores exigentes que buscaban, a través de su experiencia profesional, académica y valores personales, transmitir los conocimientos de una gran formación. Sobre todo, lograban esto siendo un ejemplo en su campo.

Sin duda, los mejores profesores estaban en la UNAM. Eran los mejores profesores no sólo por su reconocimiento sino también por el cariño y vocación de transmitir su conocimiento a los alumnos interesados.

Terminé mi carrera un semestre antes que mis compañeros, en julio 1990; fui el segundo en titularse y obtuve Mención Honorífica. Mi examen profesional fue complicado y con un jurado impecable.

Haber estudiado en la FI de la UNAM me abrió puertas y marcó diferencia con mis amigos de la Preparatoria. Tuve la oportunidad, incluso antes de terminar mi carrera, de tener opciones de trabajo para desempeñarme como ingeniero civil.

Mi desarrollo profesional empezó cuando me integré a una gran constructora. Participé en el desarrollo y construcción de grandes proyectos de infraestructura a nivel nacional e internacional.

Desde mi paso por la UNAM, hasta hoy, me he interesado en apoyar a mis compañeros y a las siguientes generaciones. Una vez terminada mi carrera fui invitado a participar en la Sociedad de Exalumnos de la Facultad de Ingeniería. SEFI, fundada en 1962 para “apoyar moral y materialmente a la FI y a nuestra Máxima Casa de Estudios, la UNAM”; es la sociedad de exalumnos más reconocida dentro de la Universidad y a nivel nacional.

Devolverle a nuestra Facultad es sin duda una gran labor y debe ser una obligación de todos los egresados, por haber tenido el privilegio y oportunidad de estudiar en la UNAM. Trabajé de manera continua en SEFI hasta que tuve el honor de presidirla 26 años después de haber ingresado.

Los jóvenes, de menos de 50 años, tuvimos la oportunidad de cerrar la brecha que había entre las diferentes generaciones dentro de la UNAM y del país. Una brecha que se había dado por un gran crecimiento del país en materia de infraestructura y con ingenieros muy bien preparados que lograron diferenciarse y tomar las riendas del país.

Se me presentaba la gran oportunidad de trasmitir e integrar a los jóvenes estudiantes en las decisiones importantes para apoyar y buscar mejorar continuamente el rumbo de nuestra Facultad de Ingeniería, de la UNAM y, asimismo, lograr la vinculación con el sector productivo, haciendo más fácil la integración de los nuevos egresados al sector productivo y generando una cadena continua de egresados agradecidos con su Universidad y con las siguientes generaciones. Una tarea nada fácil que se fue dando al romper paradigmas y encontrar oposición en algunas de las antiguas generaciones.

Buscando alternativas para lograr mi objetivo decidimos mirar a las instituciones que estaban apoyando de manera muy importante a la UNAM; conocí a Rafael Moreno Valle, quien presidía la Fundación UNAM; un caballero, muy educado, con gran talento, entrega y capacidad y, sobretodo, con un gran amor por su país y por la UNAM. Rápidamente logramos establecer un diálogo abierto y productivo. Teníamos objetivos comunes y complementarios; fui invitado a participar en el Consejo de la Fundación UNAM.

Con gran agrado y siendo un honor para mí, al participar como Presidente de SEFI en el Consejo entendí la gran visión y dedicación que tiene la Fundación UNAM. No sólo como en nuestro caso con los ingenieros, sino con todas las disciplinas. El abrir a toda la Comunidad Universitaria como apoyo para los objetivos comunes del país es un enrome paso. Aprendimos mucho de Fundación UNAM, emprendimos proyectos comunes y exitosos.

La labor que ha desarrollado la Fundación UNAM desde hace 27 años ha dejado huella y referencia a nivel mundial. Estas numerosas experiencias de éxito son las que nos inspiran a seguir apoyando a la UNAM y a nuestro país. El conocimiento, imagen y vocación de los que han estado apoyando la causa es incomparable. Gente que ha destacado en sus diversos ámbitos empresariales o dentro del sector público se suman constantemente al esfuerzo de Fundación UNAM.

Se han logrado becas de movilidad estudiantil y de manutención para estudiantes destacados de bajos recursos, apoyos a estudiantes de licenciatura para estancias de estudios en el extranjero, apoyos materiales, además de programas de salud y de nutrición a nivel nacional, y se han aprovechado inmuebles, patrimonio de la UNAM, no sólo para resguardarlos, protegerlos y mantenerlos, sino que se han utilizado para diferentes actividades culturales y académicas que han logrado beneficios económicos para la UNAM, como los Centros de Estudios Multidisciplinarios, que dieron atención directa a 24 mil 904 estudiantes de idiomas y 860 estudiantes de diplomados.

Resulta muy gratificante saber que los programas y becas de la Fundación han beneficiado a más de 730 mil estudiantes para quienes este apoyo resulta invaluable, ya que les permite cursar y concluir sus estudios en condiciones más favorables.

Sin duda la UNAM es la mejor Universidad en el país. Sobresale su infraestructura, diversidad comunitaria, planta docente, investigación, desarrollo y el gran apoyo de los exalumnos hacia los programas universitarios.

Todos los que hemos tenido la fortuna de estudiar en la UNAM salimos al campo a desarrollarnos profesionalmente, aprender y regresar a compartir el conocimiento adquirido y el apoyo material que requieren las siguientes generaciones. Debemos mantener la misma oportunidad que tuvimos nosotros, los mejores profesores, instalaciones, infraestructura y tecnología de punta.

El servir o haber sido educado para regresar y servir es algo que los Universitarios llevamos dentro.

Director General y Presidente del Consejo de Grupo GIMSA Construcciones Integrales del Golfo, S.A. de C.V.

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