Por increíble que parezca, hoy en día, dentro de las colonias con mayor gentrificación (y poder adquisitivo) en la , es necesario pedir salsa que “SÍ pica” dentro de las taquerías. La cada vez mayor población extranjera que se ha desplazado a vivir en esas atractivas zonas no gusta de las salsas con picante, por lo que esos establecimientos han optado por dar preferencia a ese grupo flotante que paga quesadillas de tres o cuatro dólares en la calle, sin el menor reparo, y otorga propinas de 100 pesos a los “cerillos” del supermercado.

Sí, de alguna manera, pasan sobre nuestras tradiciones, pero —por otro lado— piden y pagan lo que quieren y necesitan... El incremento en los precios y el cambio de costumbres no es asunto suyo.

De acuerdo con la ONU, la gentrificación sucede cuando un proceso de renovación urbana se acompaña de un flujo de personas de clase media o alta que suele desplazar a los habitantes residentes con menores ingresos.

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Hoy, nuestro futbol mexicano se ha gentrificado. No necesariamente por extranjeros, no por quienes no comen chile, no por aquellos que dejan altísimas propinas, sino por empresarios que piensan “lo tengo porque puedo, y porque lo tengo, puedo”. A partir de ahí, poco a poco han destrozado tradiciones que no afectan los condimentos de los tacos, pero sí alteran la muy emocionante disputa por ganar un lugar y perderlo.

Las tradiciones futbolísticas de México tienen, desde hace varias décadas, marcas registradas, como las fases finales desde principios de los 70, el cociente desde finales de los 80, los torneos cortos desde mediados de los 90, la asistencia en familias, los Clásicos Nacionales y regionales, los grupos de animación y —por supuesto— el descenso y el ascenso en las cuatro categorías profesionales. La nueva ‘gentrificación’ dentro del selecto conjunto que toma las decisiones en nuestra Liga y nuestra Selección Nacional, más la enorme cantidad de influencias contemporáneas, presentan hoy un enorme conflicto para regresar el picante a la comida que ya incluso presenta sus sabores como inevitables fusiones de otras culturas gastronómicas.

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Es decir, al igual que el crimen organizado en todo el país, los vicios en el futbol se dejaron avanzar por décadas, sin pensar en las consecuencias, hasta que —de pronto— resultó inviable contar con una Segunda División (Primera A, Ascenso o como se le llame) medianamente sólida y, en lugar de buscar una solución, decidieron cuidar sus descensos e impedir los ascensos... “Muerto el perro, se acabó la rabia”, pensaron en 2020.

Pero lo cierto es que las taquerías también deben atender y contemplar a quienes han comido tacos con salsa picante, muy picante y extra picante por décadas, y que siguen siendo clientes de sus negocios, no sólo a los que hoy pagan más y dejan mejores propinas. La gentrificación llegó y es un fenómeno que debemos aceptar, porque contribuye al desarrollo de la economía y la cultura. Sí, es un reto dar gusto a todos y debemos adecuarnos a la realidad de este ya muy entrado siglo XXI, pero —por donde se vea— no hay manera, no es posible y no debemos permitir que a nuestros sabores les quiten la esencia y a nuestras tradiciones futboleras, los ingredientes que nos hacen más competitivos.

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