Ser feliz por una jornada, un partido, una semana y hasta un torneo, es complejo, pero muy alcanzable. Sentir plenitud, por al menos un momento, está destinado para unos pocos privilegiados.

Ivan Provedel, portero de Lazio, es uno de esos muy contados arqueros que han sentido la euforia desbordada tras anotar no uno, sino dos goles, a lo largo de su carrera. Es cierto, ya no es tan extraño presenciar un tanto con la firma de un arquero, ya sea del (hasta hoy) infalible Tiago Volpi mediante tiro penal, del siempre vigente Moy Muñoz, del polémico Chilavert o del rey goleador Rogerio Ceni. Lo cierto es que, desde hace muchos años, se volvió un espectáculo aparte cada uno de esos tiros de esquina, en los minutos finales, donde el portero del equipo que pierde por un gol se desplaza al área rival en busca de un milagroso remate que termine en gol.

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Hasta donde tengo conocimiento, los porteros no practican el remate de cabeza regularmente, pero lo intentan cuando el partido agoniza. En esos momentos, hay muchas alteraciones dentro del juego; una es la confusión acerca de quién se encarga de marcar al improvisado atacante; la otra es una inquietud extraña del portero que en ese momento defiende, porque (dentro del mundo de los arqueros) se considera una humillación enorme recibir gol de un colega; y la expectativa que genera en el público un atacante vestido de diferente color, con habilidades limitadas y distintas.

La felicidad es sólo presente; la plenitud, atemporal. La felicidad es un buen bocado; la plenitud, una alimentación definitiva. La felicidad busca llenar huecos, la plenitud llena vidas. La felicidad es una sensación conocida, la plenitud es total novedad... La felicidad es la celebración de un gol como hay miles, la plenitud es el recuerdo imborrable de cuando se pasó a la posteridad.

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Ivan Provedel, nacido en 1994, subió a rematar en el partido de la Lazio, en Madrid, contra el Atlético. Perdían 1-0. El dorsal número 94 intuyó que el segundo centro de Luis Alberto, luego de un mal cobro, llegaría exactamente al lugar donde anticipadamente se movió el portero de 1.94 metros, quien desvió ligeramente el servicio para vencer a Oblak, curiosamente al minuto 94. La felicidad del público en el Olímpico de Roma explotó de la mano de la plenitud de Provedel, quien magnificó lo realizado en 2019-20, cuando en un partido de la Segunda División italiana, con la Juve Stabia, también de cabeza anotó al Ascoli; sí, justamente al minuto 94.

Tuvieron que pasar 13 años para que otro portero, después de Enyeama, anotara en la Champions League, para darnos idea de la hazaña que representa. En entrevista, Provedel dijo: “Yo no entendía nada después del gol”... Y no es para menos, ya que es tan extraño salir de la felicidad para ingresar en la plenitud, que probablemente pasen muchos años para darse cuenta que a ese estado se llega sólo una vez en la vida, porque es exclusivo para algunos privilegiados.

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