Durante los últimos días se ha llevado a cabo uno de los tantos juicios que enfrenta Alex Jones por difamación. Jones, de quien hemos hablado varias veces en este espacio, es quizás el conspirólogo más famoso de Estados Unidos. A través de su programa en línea atiza todo tipo de violencia contra minorías, contra opositores políticos, y en su faceta más ruin, en contra de los padres de las víctimas de la matanza de Sandy Hook.

Sandy Hook, como bien recordará el lector, fue una de las peores masacres en la historia reciente de Estados Unidos , y su distintivo recae en que las víctimas fueron niños de primaria . Sin embargo, para Alex Jones y sus seguidores, lo que hace destacar a Sandy Hook es que nunca sucedió. A pesar de la evidencia, a pesar de los testimonios, a pesar de todo, Jones sostiene que la matanza no fue tal.

Pero las mentiras y el odio tienen consecuencias. Jones tuvo que ver a la cara a padres que lo demandaron, tuvo que enfrentarse al escrutinio legal y tuvo que admitir que había vendido una sarta de mentiras. Y no sólo eso: fue condenado a pagar cerca de 50 millones de dólares en daños por lo que le hizo a unos papás destruidos por su maldad.

El juicio estuvo repleto de momentos fuera de lo ordinario, como cuando el abogado de Jones entregó, por accidente, mensajes de texto que incriminaban al conspirólogo y demostraban que estaba mintiendo en su testimonio. O como cuando la juez tuvo que, en repetidas ocasiones, regañar a Jones y recordarle que el estrado no era su micrófono. Al final ganó la justicia.

Como dijera alguno de los periodistas que cubrió el juicio, la última línea de defensa frente a los conspirólogos resultó ser una juez.

O no necesariamente.

Porque ahí viene Donald Trump , cuya mansión en Florida fue allanada hace unas horas por el FBI. La investigación, que permanecía bajo sigilo –como debe ser, en lugar de ser revelada a tuitazos como sucede en otras latitudes–, llevó a los agentes a la casa de Trump, donde se encontraban varias cajas con documentos que presuntamente fueron sustraídos por el expresidente de Estados Unidos de manera ilegal.

Como todo en el mundo Trump, y como dijera otra periodista que lo ha cubierto durante mucho tiempo, el litigio se fue a los medios en lugar de a los juzgados. De inmediato las nuevas abogadas de Trump –quien ha pasado por un sinfín de representantes legales– sugirieron que el FBI había plantado evidencia al entrar a la mansión. Horas más tarde, Fox News repetía la acusación, al igual que varios congresistas republicanos.

La conspiración buscaba tomar el lugar de la verdad.

Trump, en un comunicado de prensa bastante largo, invocó la famosa quinta enmienda a la Constitución, que protege a una persona de testificar si su testimonio puede incriminarla.

Durante las siguientes semanas y meses continuará la investigación, y con toda seguridad habrá un juicio donde el expresidente sea el punto central.

Pero eso no quitará que Trump ponga a la conspiración al centro de todo, e intente, como Jones, escapar de la verdad.

Ojalá que la justicia funcione también aquí como debe, y que demuestre que las mentiras tienen un límite, aunque en tiempos como los que vivimos no lo parezca.

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