Tener una columna, porque de eso se trata el columnismo en México, es opinar de todo y de nada. En muchos casos –no siempre– tenemos carta blanca. A veces más, a veces menos. Pero decimos lo que queremos y lo que nos interesa.

Tener una columna es la obligación de interpretar la realidad para el lector. Explicar por qué debe poner atención a ciertas cosas, e incluso por qué debe ignorar otras.

Tener una columna reportada de política, como la de varios compañeros de espacio, es tener información fresca.

Tener una columna de análisis, como ésta, es ayudar a entender lo demás.

Tener una columna como escritor es ver la vida de otra manera. Esas columnas, lamentablemente, cada vez son menos.

Tener una columna –cosa que luego se olvida en este oficio– debe tratarse de tener algo que decir, no de tener que decir algo, como dice el clásico.

Tener una columna debe ser un acto de utilidad.

Tener una columna nunca debe ser rellenar un espacio.

Tener una columna no es tener una calumnia, aunque así luego se interprete. (Cada vez más.)

Tener una columna es poder argumentar y respaldar lo que uno dice. (Cada vez menos.)

Tener una columna es una responsabilidad.

Tener una columna debe ser un honor.

Agradezco a quienes me trajeron a este espacio.

Agradezco a los lectores.

Agradezco a todo aquel que ha pasado por aquí durante este tiempo.

Prefiero dedicar mi tiempo a otras cosas, y ceder este espacio a quien, con bríos e información, venga a aportar una nueva perspectiva.

A diferencia de Rocky Balboa o de la Risa en Vacaciones, uno debe saber cuándo es momento. Y ese momento, para mí, es ahora.

Gracias

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