Anacrónicas es un libro sobre la amistad, el asombro, los viajes, la poesía, el desengaño en asuntos políticos, la honestidad y por supuesto, grandes personalidades del arte y de la vida. Entonces, me parece que los textos que forman este volumen no tienen nada de anacrónicos, sólo el título, Anacrónicas, publicado por el Fondo de Cultura Económica en 2021, en México. José Ángel Leyva es poeta, quizá por eso nos ofrece un libro cálido, lleno de cariño por las personas que señala. Digamos que escribe desde el fondo de sí mismo y esa apertura produce un acercamiento que uno comparte sin ninguna restricción.

José Ángel nació en Durango en 1958, es uno de los combatientes más firmes contra el oscurantismo a través de su trabajo como editor. En Anacrónicas, los recuerdos son el eje de lo que cuenta. Conozco algunas de las personas que aparecen y les puedo decir que logra comunicar aspectos que los definen. Por ejemplo, la fuerte personalidad de Vlady, que estuvo en Culiacán unos días para instalar una obra circular en el techo del Museo de Arte de Sinaloa. Don Evodio Escalante, su recia personalidad y su simpatía y, claro, su amor por la música y su famoso Tololoache, instrumento cuyo sonido es idéntico al del giro del planeta Marte. Desde luego Evodio hijo, poeta exigente, crítico lúcido y hombre de letras que fue el primero que abiertamente me dijo que iba bien con mis procesos de escritura, algo que me marcó para siempre. Les va a subyugar el acercamiento de José Ángel con Juan Manuel Roca, el gran poeta colombiano, una de las voces más creativas de la poesía contemporánea y una persona que proyecta aspectos importantes del pueblo colombiano. Miren lo que escribe de su poesía, “Son recurrentes en la obra de Roca la ceguera, la noche, las señales, el anonimato, la inexistencia… la muerte y los fantasmas, lo invisible, la pintura, los sonidos, el misterio y esa memoria en la doblez del verbo de monólogos y cantos.”

También desarrolla una conversación con el enorme antipoeta chileno Nicanor Parra, lector de Shakespeare, que le confiesa que anda en busca del misterio de Hamlet; acá entre nos, algo que James Joyce resolvió infiriendo que Hamlet era hijo de Shakespeare y de su mujer que se acostó con su hermano. Leyva platica con un santero cubano que le hace revelaciones sobre los “hombres inteligentes empeñados en conducir nuestro destino”, y agrega, “ son gente que no escucha a nadie, están embelesados con su voz, como si esta pronunciara la única verdad.” Nos cuenta de Silvestre Revueltas, uno de los músicos mexicanos más grandes. Charla con su viuda que expresa que “era un hombre atormentado por el peso de sus deseos”. Qué gusto encontrar a Edmundo Valadés, el cuentista de Guaymas, Sonora, que difundió el cuento como ninguno incluyendo la gustada sección El cuento corto, donde todos queríamos aparecer. Leyendo el texto dedicado a Juan Gelman me queda claro que el gran poeta argentino era más grande que su nombre. Qué gusto encontrar a El Rayo Macoy, uno de los escritores mexicanos más plantado. No olvido la noche que presenté La Mara en un espacio donde había algunos pandilleros que esa noche se convirtieron en lectores de Rafael Ramírez Heredia, el hombre que amaba la vida.

Por supuesto que hay otras presencias en Anacrónicas, incluyendo a un numeroso grupo que encontró en El Torito, después de unos alipuces. Y bueno, si usted quiere saber de personas que valen la pena en el mundo, no dude en leer este libro.

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