Esta semana Francisco inició un viaje pastoral a la República de Mongolia, que tiene diversas aristas. Mongolia no tiene salida al mar y sólo limita con Rusia al norte y con China Popular al sur, y para llegar tuvo que atravesar territorio chino, país con el que no tiene relaciones diplomáticas, pues la Santa Sede es de los pocos, y cada vez menos, países que reconoce a la República de China (Taiwán).

El Papa le escribió al presidente chino, Xi Jinping, el tradicional telegrama al atravesar el espacio aéreo de ese país, diciéndole que oraba “por el bienestar de la nación y las bendiciones divinas de unidad y paz”, la respuesta china fue más política, dispuesta a “seguir trabajando con el Vaticano para un diálogo constructivo, mejorar el entendimiento y fortalecer la confianza mutua”.

La respuesta china pone en evidencia las diferencias: el tema de la unidad se refiere al diferendo sobre Taiwán, el diálogo constructivo hace alusión a la designación de los obispos en China popular y se refiere a la ciudad del Vaticano y no a la Santa Sede (que incluye la potestad sobre toda la Iglesia Católica). Beijing asegura que “mejorará las relaciones entre los dos países”, sin mencionar que Francisco es líder de la Iglesia Católica, pues el gobierno chino sólo reconoce a la cismática Asociación Católica Patriótica China. En esa perspectiva, prohibió a los obispos chinos ir a Mongolia a saludar al Papa, aunque facilitó la llegada de peregrinos chinos.

El guiño de Francisco a los rusos fue más polémico, en un saludo al X Encuentro de jóvenes católicos rusos, a principios de agosto, Francisco los llamó a no olvidar su herencia “de la gran Rusia de los santos, de los gobernantes (Pedro el Grande y Catalina la Grande), de ese gran imperio ilustrado, de gran cultura y de gran humanidad”. Las cancillerías de Lituania y de Ucrania replicaron indignadas por lo que entendían era una glorificación del imperialismo ruso y el portavoz vaticano le “quitó hierro”, aclarando que era una simple improvisación, y que el papa no quiso decir lo que los afectados reclamaban, aunque efectivamente lo dijo.

También recordó que los llamó a “ser artesanos de la paz en medio de tantos conflictos, en medio de tantas polarizaciones que acechan nuestro mundo”, sin explicar tampoco cuáles eran las acechanzas. Aunque destacó la importancia de la solución diplomática de los conflictos, algo que el gobierno de Ucrania rechaza pues exige la retirada de Rusia de sus territorios “sin concesiones territoriales y en forma incondicional”.

La Visita Pastoral a Mongolia, un país con 1400 católicos, 25 sacerdotes y 33 religiosas, con un cardenal al frente, no puede explicarse si no entendemos que la estrategia de Francisco consiste en posicionarse en el medio del huracán de las conflictivas relaciones internacionales entre las superpotencias. En septiembre de año pasado viajó a Kazajstán, donde hay 3000 católicos y también se reunió con el liderazgo de la Iglesia Ortodoxa rusa tratando de hilar una solución diplomática al conflicto ucraniano, a la vez que envía mensajes donde se deslinda de la agenda de las potencias occidentales, mientras construye una agenda más relacionada con los “países no alineados” y el Tercer Mundo.

La estrategia de no alineamiento de la Santa Sede fue planteada en el Concilio Vaticano II (1963-65), pensando en un catolicismo que trascendiera fronteras y se mantuviera en los países del socialismo real. Juan Pablo II lo descartó y se lanzó a confrontarse con el bloque soviético y la izquierda católica latinoamericana. Esta estrategia le dio a Juan Pablo II ciertos éxitos políticos que no se tradujeron en más feligreses en los países europeos ni en América Latina, perdiendo vocaciones y membresía.

Francisco, el primer papa latinoamericano, piensa distinto, le confía a la expansión de la Iglesia en países jóvenes que salen de procesos de colonialismo de los occidentales en África y Asia. Visitó la República Democrática del Congo y otros países africanos, pronto irá a Corea del Sur y trata de reinsertarse en Vietnam, Laos y Camboya, intenta mejorar las relaciones con China continental y abrir nuevos espacios en Japón. Una estrategia desde el Sur, hacia el Sur, algo muy difícil de realizar en momentos que algunos quieren resucitar la “guerra fría” y otros construir nuevos espacios y rutas hegemónicas.

Francisco ve los conflictos como oportunidades y trabaja sobre los anhelos de paz de los pueblos, que son los principales perdedores en guerras y confrontaciones. No olvidemos que la paz es fruto de la justicia.

Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH.

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