La propia naturaleza del ser humano y de la sociedad es evolucionar, o por lo menos así debiera de ser, pero, evolucionar no es solo cambiar por cambiar, ya sea gradualmente o de tajo, si no es un cambio planeado, organizado y, sobre todo, justificado, el resultado de ese cambio es una involución, es decir un retroceso.

La semana pasada el Consejo General del Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE) nombró o ratificó al actual secretario ejecutivo , Edmundo Jacobo Molina, por un nuevo periodo de seis años, situación que desató polémica y reacciones de diversos personajes en medios informativos y en redes sociales, unos a favor, otros en contra, algunos, muy pocos, con algunos argumentos que valen la pena ser leídos y analizados, otros, lamentablemente la gran mayoría, emiten opiniones sin sentido, algunos dando la clara impresión de querer trastocar la autonomía de dicha institución. No porque no o sí porque sí, sin saber siquiera las funciones o atribuciones del secretario ejecutivo del INE y menos tienen idea de la trayectoria del servidor público.

Dicen que, si algo funciona, no lo cambies, situación que aplica para nuestro Sistema Electoral Nacional, apenas en 2014 hubo una reforma electoral que trastocó la manera de concebir y de hacer las elecciones en nuestro país, pero quizá uno de los grandes aciertos de dicha reforma fue el no cambiar lo que estaba y se hacía bien.

Hoy en día, de acuerdo a la calidad con la que se han realizado las elecciones y la pulcritud de los resultados, lo que necesitamos en materia electoral se llama, continuidad, los resultados sin importar el ganador, han permitido que podamos seguir evolucionando en todos los aspectos que de una u otro forma son resultado de una elección limpia, transparente y confiable.

La unión y armonía entre las unidades y direcciones que integran una institución, en este caso el INE o cualquier instituto electoral local, es la premisa para que los trabajos previos permitan tener una jornada electoral bien organizada, con todos los detalles cuidados y atendidos para que, sin importar el color o ideología de quien resulte electo, para cualquiera de los diferentes cargos de elección popular de nuestro país, lo haga de manera calificada.

Una elección bien organizada abona en gran medida a la paz social, al fortalecimiento de la democracia y, por ende, permite que nos preocupemos de otros temas, nos permite tanto a la sociedad como al gobierno, no distraer ni malgastar energías ni recursos en la legitimar los resultados electorales.

Desde estas líneas levanto la mano por la continuidad en las tareas electorales que se desarrollan en nuestro México, uno de los pocos temas en los que muchos países de diversas latitudes ven a México como ejemplo, un ejemplo de cómo hacer bien las cosas.

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