El proceso de producción y mercadeo internacional de la vacuna contra el COVID-19 será una prueba de fuego para las cadenas globales de suministro y de valor que ya existen en el sector farmacéutico, y pondrá a la luz pública los aspectos positivos y negativos de estas cadenas. A partir de la producción y distribución masiva del nuevo fármaco sabremos si tales cadenas pueden servir no sólo para atender las necesidades más urgentes presentes en el mercado, sino también para hacer frente a las demandas y prioridades políticas de los gobiernos, ya que una es la razón de los Estados y otra la de los mercados en ciertas situaciones de emergencia nacional como sucede con las pandemias, de aquí se deriva una pregunta pertinente que buscamos explorar, estas cadenas ya han demostrado su importancia para satisfacer necesidades del mercado pero ¿servirán también para satisfacer las necesidades de los gobiernos, particularmente las relacionadas con las emergencias nacionales?

La presencia de estas cadenas globales es evidente desde el momento en que se presentan tres frentes en el mercado, los países que están invirtiendo en el desarrollo de la vacuna (Rusia, China, Estados Unidos, Reino Unido), los que ya se prestan para ser la base de producción de la misma (México, Argentina, potencialmente Brasil), y los interesados en comprarla, aunque realmente deberían ser cuatro grupos de países, si incluimos a los gobiernos de los países dispuestos a proveer la materia prima para la producción masiva del ingrediente activo, mismos que aparecerán en escena cuando ésta se requiera.

Las cadenas globales de valor constituyen un enfoque para analizar la nueva y más moderna división del trabajo internacional que prevalece entre las economías de los países, y al mismo tiempo es una estrategia de producción, aquí ya no se trata de ver al mundo dividido entre un centro productor de tecnología y una periferia productora de materias primas como se analizaban los procesos internacionales antaño. Con la actual porosidad de las fronteras nacionales, las cuales se ven desbordadas por la migración, el flujo de capitales, el comercio formal e informal, las telecomunicaciones, la aparición del comercio intra-firmas y otros fenómenos, poco a poco las empresas internacionales (los principales agentes de cambio en esta nueva división del trabajo), han buscado ciertos países o regiones más ventajosos para llevar a cabo aquellas actividades de negocios que les aporta el mayor valor, el sector farmacéutico es uno de los ejemplos más representativos de cómo funcionan estas cadenas globales.

En este sector, los sitios más estratégicos son los siguientes: el lugar, o los países o ciudades donde se realiza la investigación propiamente, los sitios donde se producen las materias primas para el elemento activo, el lugar donde se produce el elemento activo, el sitio donde se granula o encapsula, el lugar hub o centro de abasto inmediato a las cadenas globales de suministro, entre otros. A nivel internacional, los actores más importantes en las cadenas globales del sector farmacéutico lo componen en primer lugar los laboratorios y empresas biofarmacéuticas que llevan a cabo la mayor parte de la investigación sobre nuevos medicamentos, estos laboratorios generalmente investigan, pero no producen, solo venden sus

patentes, y si bien es cierto que deben cumplir con una serie de estudios y pruebas que generalmente llevan bastante tiempo y que deben estar certificadas entre otros organismos por la Organización Mundial de la Salud, la cual en ocasiones es vista desde el mercado como un obstáculo para agilizar los procesos, también se benefician de las legislaciones internacionales que protegen los derechos de propiedad intelectual como sucede con la Organización Mundial del Comercio.

Los siguientes actores, igual o más importantes porque éstos llevarán el medicamente al consumidor final, son los grandes laboratorios encargados de producir en masa el medicamento y de elaborar los planes de mercadeo ya no solo nacionales sino también globales. Estas grandes empresas son las encargadas de planificar cada uno de los eslabones de la cadena de suministro y de valor a nivel global. Para darnos una idea de los tiempos y costos que requiere para estas empresas la producción de un nuevo medicamento podemos citar que se necesitan dos años en promedio para construir una nueva planta para la fabricación de medicamentos. Que los costos fijos para la producción del ingrediente activo son de 80% y 20% variable, y 60%-40% para la producción de capsulas cuando el medicamento adopta esta modalidad. Un desglose promedio de costos totales de producción de medicamentos es 75% de inversión en ingrediente activo, 10% en la producción de capsulas o pastillas y 10% en el empaque.

En condiciones normales en donde no hay urgencia por producir un fármaco específico, los tiempos promedios para fabricar un nuevo medicamento abarca de 2 a 3 años. Durante ese tiempo, las grandes empresas deben actuar en distintos frentes del negocio, por una parte está el mercadeo propiamente, en donde se ensayan estructuras de precios de múltiples sustratos y dosis relacionadas con segmentos, que en el caso de las pandemias los segmentos tienden a ser niños, jóvenes, adultos y ancianos. El cálculo del precio tiene lugar mientras se planifica la duración del ciclo de manufactura, mientras que se procura también cumplir los estándares de calidad que en el caso del mercadeo del producto en países como Japón, Estados Unidos y la Unión Europea son elevados.

Tratándose de un medicamento cuyo fin es atajar una pandemia mundial, aquí es donde comienzan a surgir las inquietudes sobre el papel que pudieran jugar los gobiernos (principales compradores de la vacuna, pero también potenciales inversionistas o subcontratistas) en la cadena global que ya existe en los fármacos. Por motivos de seguridad nacional (aliviar en corto plazo la pandemia) ¿se justificaría dejar de llevar a cabo los largos procesos de certificación que ameritan la construcción de nuevas instalaciones como se pide en Japón, los Estados Unidos y la Unión Europea? Si la intención es esquivar la imperiosa supervisión de los gobiernos de estos países, esto significaría buscar países “santuarios de las inversiones” con regulaciones más laxas al respecto para invertir en ellos exclusivamente en la producción del medicamento.

Tomando en cuenta que puede ser larga la lista de países que se proponen ellos mismos para ser receptores de la inversión para la producción de la vacuna, las grandes empresas buscarían distinguir eficientemente entre los proyectos oportunistas comerciales, de las propuestas realmente viables y serias. Calificar con base en los niveles de calidad de la producción, la rapidez para alinearse a las políticas de la empresa y la capacidad técnica, estará en pugna con elegir a los subcontratistas con base en el cabildeo monetario y/o político que hagan los gobiernos de los países. Se anticipa que los países con más población y más capacidad de compra de las vacunas, tendrían más capacidad para negociar las licencias de producción para su país o para una región compuesta de varios de ellos, dependiendo del liderazgo de ese país en su propia región.

El otro potencial obstáculo es las cadenas globales de valor determinadas por el mercado es la participación de la OMS y la OMC. Por principio de cuentas ambas sancionan la existencia de listas de países menos desarrollados exentos de apegarse a los acuerdos sobre propiedad intelectual, los cuales tendría libertad de producir sus propias versiones genéricas condicionadas a que se produzcan internamente sin ánimo de exportar, y que no la importen de otro país perteneciente a esa lista, 50 países africanos tienen este reconocimiento, por ejemplo.

Para finalizar diremos que los gobiernos no actúan siguiendo principios de mercado, en todo caso, persiguen objetivos políticos y electorales, los cuales se verán reflejados en los niveles de presupuesto destinado para la compra del medicamento, el interés por participar en el subsidio a la investigación o a la producción; el momento del año fiscal en el que se programará la adquisición, se firmarán las cartas de intención y se harán los pedidos. Como argumentaba Bil Gates hace poco, la vacuna iría a los países que la puedan pagar, no a quienes la necesiten más.

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