El mes de septiembre de 2023 quedará grabado en los anales de la historia como un momento crítico para la civilización humana. Los registros de temperatura global han alcanzado niveles alarmantes, y el agujero en la capa de ozono antártico parece crecer de manera inquietante. Estas dos señales innegables nos advierten que nuestro planeta está emitiendo un grito de socorro que no podemos ignorar.

Por Iván Carrillo*

El calor implacable

El ascenso de las temperaturas en septiembre, que superó en 0.93 grados Celsius el promedio registrado entre 1991 y 2020, es motivo de seria preocupación, a pesar de corresponderse con un aumento sostenido de la temperatura durante los últimos cuatro meses. Este fenómeno, que puede atribuirse en parte al fenómeno de El Niño, es decir, un calentamiento del océano Pacífico que altera los patrones de lluvia y provoca condiciones climáticas extremas, incluyendo olas de calor y sequías.

A esto podrían sumarse factores como la erupción del volcán Hunga Tonga en 2022 y el aumento de emisiones contaminantes debido a incendios forestales. Aunque los 1.8 grados Celsius de septiembre por encima de la era preindustrial no significa que hayamos superado la marca crítica de 1.5 grados Celsius, que nos propusimos limitar para 2030, según el Acuerdo de Paris, el evento debe ser tomado como una advertencia seria de que el reloj está corriendo aceleradamente en nuestra contra.

El oscuro regreso del agujero de ozono

Durante décadas, el Acuerdo de Montreal fue celebrado como uno de los tratados ambientales más exitosos de la historia, ya que contribuyó a la recuperación de la capa de ozono al eliminar casi en su totalidad los clorofluorocarbonos de la fabricación de refrigerantes y aerosoles. Sin embargo, un reciente informe del Servicio Europeo de Cambio Climático Copernicus ha señalado con preocupación que el agujero de ozono antártico podría estar en camino de alcanzar niveles récord en septiembre.

Hay que decir que el fenómeno de crecimiento y decrecimiento del agujero de ozono es dinámico, es decir, que su tamaño varía dependiendo de la época del año, las temperaturas y otros factores como las emisiones de gases. Nuevamente, la erupción del volcán Hunga Tonga y la consecuente liberación de vapores de agua y partículas de carbono podrían haber desencadenado una reacción con las sustancias químicas presentes en la atmósfera, contribuyendo a la formación de cloro y a una consecuente disminución del ozono. Pero la medición no resultó para nada esperanzadora.

Agujero de la capa de ozono. Foto: Cortesía NASA
Agujero de la capa de ozono. Foto: Cortesía NASA

La urgencia de actuar

Los próximos meses serán cruciales para profundizar en las implicaciones de estos informes. Si consideráramos esto como un juego de ajedrez, podríamos decir que en la partida de septiembre hemos perdido a nuestra reina. Debemos tomar medidas significativas y decididas para reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, conservar nuestros recursos naturales y promover prácticas sostenibles en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. El septiembre histórico de 2023, a tan solo dos meses de que comiencen las negociaciones de la COP28 en Dubái, es un triste y preocupante punto de arranque para los acuerdos que deben tomar las naciones del mundo con urgencia. Como dijo Antonio Guterres, el Secretario General de las Naciones Unidas, recientemente: "La humanidad ha abierto las puertas del infierno". ¿Será?

* Periodista de ciencia y Explorador de National Geographic Society

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