He habitado la UNAM desde que estaba en el vientre. Incluso nací en la Clínica del IMSS 8 porque a mi mamá se le rompió la fuente cuando estaba tomando clases en el CCH Sur. Gran parte de mi niñez y adolescencia la viví en los salones de la Facultad de Filosofía y Letras, en los jardines y la alberca del campus, y en el Centro Cultural, acompañando a mi mamá en su incansable carrera académica, la cual aún continúa. Para mí era incuestionable que mi espacio vital estaba ligado a Ciudad Universitaria y abracé con amor mi Casa de Estudios cuando ingresé a la FCPyS.

No es sorprendente que mis estancias en el extranjero ‒incluyendo los siete años que viví en Estados Unidos mientras cursaba mis estudios doctorales y daba clases‒ me acercaran aun más a la UNAM. Pude comprobar que nuestra Casa de Estudios no solamente nos ofrece una educación académica de primer nivel, sino también una formación holística que nos permite desarrollarnos como seres humanos universales, apasionados por construir un mundo mejor, más igualitario y justo. Todavía recuerdo bien a mis profesor@s decirnos de forma constante que algún día tendríamos que retribuirle a la UNAM lo mucho que nos ha dado incondicionalmente, ya fuera regresando a sus aulas para impartir clases, o desempeñándonos en alguna otra profesión que aportara algo tangible a la sociedad. Por sobre muchas otras cosas “éramos pumas”, frase que significaba un universo entero para cada un@ de nosotr@s.

La UNAM es un ejemplo de la centralidad de la educación pública en el desarrollo de una sociedad. Nuestra Universidad es el referente democrático de México. Es una institución donde se ofrece una educación universal profundamente vinculada a las necesidades del país y del mundo. Por sus aulas han transitado millones de personas, la gran mayoría de las cuales jamás podría haber accedido a la educación superior si la Universidad no fuera pública, y la Fundación UNAM ha jugado un papel central en la distribución de recursos entre l@s más necesitad@s. A pesar del escaso presupuesto que el Estado asigna a nuestra Casa Magna, ésta ha logrado posicionarse como una de las mejores universidades del mundo. Las históricas luchas por la autonomía universitaria y la libertad de cátedra reflejan el compromiso de su comunidad con algunos de los valores más profundos de la democracia. La UNAM es un bien común invaluable de la sociedad mexicana, y por generaciones la hemos defendido y hecho crecer.

El día de hoy tenemos nuevos retos que enfrentar, y el cambio climático es uno de los más urgentes. El contexto actual requiere que la comunidad universitaria se plantee nuevas formas de pensar y de concebir el conocimiento, la ciencia, el desarrollo y la humanidad. Es un periodo que demanda una reflexión profunda y un diálogo genuinamente interdisciplinario, multicultural y democrático, desde el cual se puedan construir nuevos paradigmas y superar el antropocentrismo en el que nos encontramos inmersos. Nuestra Universidad está dando pasos certeros con sus múltiples programas dedicados a los temas de sustentabilidad y bioética. Sin embargo, aún es necesario involucrar activamente a toda la comunidad y crear vínculos más dinámicos con otros sectores de la sociedad, una tarea que la Fundación UNAM ha asumido como suya. Confío en que la UNAM se constituirá, una vez más, en el compás de cambio que México necesita.

Investigadora. Programa Universitario de Bioética

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