El sector agroalimentario mexicano participa aproximadamente con el 8% del PIB nacional, ratificando la importancia de su constante desarrollo aún con la actual crisis económica derivada de la Covid-19. En lo que va del año, el sector ha aumentado a una tasa anual del 3% en comparación con el año 2020, además de generar 14% de la población ocupada del país.

Mantener la bonanza del sector requiere de la implementación de mejores prácticas y nuevas tecnologías, con inversiones dirigidas a la transformación sustentable, la cual más allá de ser una tendencia, es una necesidad impostergable. Los recursos naturales cada vez son más escasos, particularmente los hídricos, lo cual conlleva importantes riesgos para aquellos cultivos que sostienen prácticas tradicionales, como es el riego por inundación o incluso aspersión.

La mejora de herramientas y técnicas para una producción sustentable es primordial. De los incrementos de la producción mundial de cultivos previstos para 2030, se estima que el 87% provendrá del aumento del rendimiento, mientras que el 6% se deberá a la expansión del uso de las tierras y el 7% al aumento de la intensidad de los cultivos, según el nuevo informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO) en México y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OCDE: Perspectivas agrícolas de la OCDE-FAO.

Las tecnologías en las que pueden invertir los agricultores son diversas, entre ellas el riego por goteo o por microaspersión o técnicas de siembra menos invasivas para los suelos. La primera se enfoca en hacer un uso más eficiente de los recursos hídricos, al aplicar únicamente el agua y los nutrientes que se requieren en la superficie del suelo a través de cintillas con pequeños orificios o goteros. Con las segundas se evita o reduce la rotación de la tierra, lo que permite mantener cultivos activos todo el año, por ejemplo al sembrarlos en sustratos, sin estar plantados directamente en la tierra.

La transformación debe ser rápida e inmediata, no solo para cuidar al medio ambiente, sino para mantener una producción activa. Se prevé que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero procedentes de la agricultura aumentarán un 4% en los próximos 10 años. Al mismo tiempo, la producción agrícola enfrenta cada vez más sequías, derivado del cambio climático y una mayor demanda de agua por diversos sectores, incluyendo las grandes urbes.

Adicional a la implementación tecnológica en el sector agroalimentario, se debe también apostar por la innovación. La creación de nuevas herramientas y sistemas que permitan una contribución sustantiva a la transformación y al fortalecimiento de los sistemas agroalimentarios es clave, impulsando su evolución para la sostenibilidad y la inclusión social.

El uso de herramientas digitales y el análisis de datos pueden aumentar la producción sostenible creando mercados más eficientes y accesibles. La clave es contar con inversión que promueva la incorporación de la innovación en los sistemas productivos, promoviendo la adaptabilidad y resiliencia, así como mejoras en formas de producir, procesar, comercializar y consumir alimentos.

La inversión en sostenibilidad también debe incluir ajustes en los modelos de negocio, incluyendo el cooperativismo y el establecimiento de alianzas estratégicas entre los actores del sector para agregar valor y generar nuevas oportunidades socioeconómicas en los territorios rurales. A mayor grado de integración de las cadenas productivas, mayor será el retorno que cada una de las partes reciba.

Director de Agronegocios en Banco Sabadell
 

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